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Un cineasta entre dos amores: el cine y bejucal

19 de marzo de 2021

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El fotógrafo Ricardo Delgado Hernández (1903-1950), el más prominente en su especialidad en el cine cubano de la primera mitad del siglo xx, no fue el único apasionado por el séptimo arte oriundo de Bejucal.  El 5 de octubre de 1880 nació en ese poblado, Evaristo José Froilán Herrera López, que consagró toda su vida al arte. Quiso la casualidad que fuera justamente en ese sureño pueblo habanero donde en 1908 abrió sus puertas al público el teatro Zertucha, primero en el interior de la República en ofrecer espectáculos de cine, aunque alternara con veladas artístico-literarias y otras actividades.

Uno de sus más asiduos espectadores desde muy temprana infancia fue Evaristo Herrera, entusiasta, además, del teatro, aunque para poder sostener su hogar no le quedó otra alternativa que ejercer la profesión de fotógrafo. En su faceta como dramaturgo no solo escribió varias obras, entre ellas: El sibarita y El amor lo vence todo, sino que las escenificó y, a veces, integró el reparto como actor. Con destino a las Charangas, tradicionales festejos, tan arraigados allí, diseñó y construyó espectaculares decorados para el lucimiento de las sorprendentes carrozas de los dos bandos en que se divide la población para este esperado acontecimiento anual.

La atracción ejercida por el arte de las imágenes en movimiento era mucho más fuerte y el 20 de agosto de 1923, Herrera adquirió por un valor de ciento treinta pesos una cámara tomavistas a Julián A. Díaz, un importador de accesorios para automóviles. Con ella rodó algunos cortometrajes de ficción y documentales sobre los que no existen referencias, Evaristo Herrera escribió el argumento y el guion de la tragicomedia Entre dos amores (1925). Este es el único filme que logró no solo dirigir, sino que diseñó la escenografía y se desempeñó como productor gracias a una herencia de varios miles de pesos que no dudó en destinar a esa «gran obra que diera sentido a su vida». Idealista por naturaleza, Herrera invirtió gran parte de ese capital —tres mil quinientos pesos—, en la compra de diez mil pies de película virgen y confió a su coterráneo Ricardo Delgado la responsabilidad de la fotografía. En su obstinación, el cineasta se vio obligado a reducir los costos y el número de integrantes de su equipo «hasta lo irrisorio», según declarara, para posibilitar la filmación.

Como intérpretes de los personajes que había concebido, Herrera reunió a Yolanda Farrar, María Adams, Manuel Pulido, vecino de Bejucal, y la niña Martica González. Para el papel protagónico masculino fue invitado Ernesto Piedra,[i]  bautizado por la prensa criolla «el Ramón Novarro cubano». Este actor apareció como el célebre pintor de miniaturas Fregonard, protegido de la bella y pomposa Madame Pompadour en Monsieur Beaucaire (1924), al lado de Rodolfo Valentino.

Varias secuencias de Entre dos amores fueron filmadas en céntricas calles de la capital como Galiano y San Rafael, tras sortear no pocos obstáculos, entre ellos la incomprensión de la policía que, en lugar de apoyarlos en el control del tránsito interrumpido por la aglomeración de curiosos, optó por expulsar al equipo de rodaje. Las limitaciones presupuestarias impidieron la construcción de varios decorados exigidos por la película y tuvieron que recurrir a la generosidad de algunas personas. He aquí su narración de determinadas incidencias de aquella filmación que se desarrollaba su mayoría en el jardín de una residencia lujosa:

Escogí una gran casa que se hallaba en el barrio de La Víbora, en La Habana, y fui en busca de su dueño para que me permitiese tomar las escenas que necesitaba. El mayordomo me dijo que los propietarios se hallaban en el extranjero en viaje de placer; pero él accedía a mi solicitud. Entonces empezamos a trabajar. Ya habíamos impresionado muchos pies de película, con el costo de cuatrocientos mil pesos cuando los señores regresaron del extranjero, desautorizaron al mayordomo y nos obligaron a suspender nuestro trabajo, pidiéndonos que nos fuésemos. Aunque yo les dije que perdería la película hecha, pues no podríamos continuarla en otro lugar distinto, no pude conseguir nada. Aquellos señores ignoraban el significado del cinematógrafo y nosotros tuvimos que cargar con nuestras cosas y trasladarnos a otra parte.[ii]

 

Este fue solo uno de los inconvenientes enfrentados por Evaristo Herrera en su afán por terminar la película. La negativa a otorgarle permisos para rodar en una sala de operaciones de un hospital capitalino fue solucionada con las facilidades prestadas por una casa de venta de artículos quirúrgicos, donde improvisó el set. Otro tanto ocurrió al ser desautorizado para filmar la secuencia de una ceremonia religiosa en el interior del templo, por lo cual tuvo que levantar un altar próximo a la puerta de entrada de la iglesia de Bejucal en el que oficiara como sacerdote el joven lugareño José Antonio Ramírez. El procesamiento técnico del material fue realizado en los «M. y P. Laboratories», posiblemente en Estados Unidos. De «nuevo y vigoroso esfuerzo para levantarse triunfante del estado de postración en que se hallaba», calificó Bohemia este destello de cine cubano en plena filmación, para luego vaticinar: «El estreno de Entre dos amores, marcará a no dudarlo, el resurgimiento vigoroso del arte cinematográfico nacional y constituirá un resonante acontecimiento artístico».[iii]

Transcurrieron 95 años desde la primera exhibición al público de Entre dos amores, el 19 de marzo de 1926 en el teatro Olimpic de La Habana. El realizador manifestó su satisfacción por la obra realizada, y añadió en una entrevista: «El público la recibió con aplausos, y si fracasó económicamente se debió a la hostilidad de las casas distribuidoras de películas extranjeras, que temían por el desarrollo de la industria cinematográfica cubana. De todas maneras mi experiencia será útil para que prosigan los trabajos de la cinematografía nacional, tan llena de bellas posibilidades».[iv] Apenas una sola fotografía promocional ha sobrevivido de tal esfuerzo por filmar esa «primera obra cinematográfica desarrollada en ambiente de salón».

El rastro de Evaristo Herrera en el cine cubano se pierde a partir de agosto de 1925, al solicitar a la directiva de la Liberty Film Company, un préstamo de doscientos pesos con el compromiso de devolverlos mediante plazos de veinticinco pesos mensuales. La solicitud de esa cifra obedeció a su interés por iniciar el negocio de un laboratorio cinematográfico en sociedad con Rafael Martínez. La Liberty Films, empresa radicada en Águila y Trocadero, fue formada por Carlos Alzugaray, su presidente, y Ernesto P. Smith, administrador, para la distribución en Cuba de las películas de la Fox Film Corporation.

Evaristo Herrera falleció el 9 de febrero de 1940, a los sesenta años de edad. Según el testimonio de Margot Brito, una sobrina del cineasta: «Logró hacer su película, pero lo dejó en la ruina. Murió en la miseria, ganando un mínimo sueldo en el Ayuntamiento de Bejucal, trabajando, y ahí mismo murió, en el buró donde trabajaba, inclinó la cabeza hacia delante y cayó muerto».[v]

 

Notas:

[i] Nombre artístico de José Ernesto Piedra de la Concha, nacido en La Habana el 14 de febrero de 1903. Era hijo del Coronel del Ejército Libertador Manuel Piedra Martel, compañero de Antonio Maceo en la invasión de Oriente a Occidente. Piedra, desde los diecinueve años en que debutó como botones en el filme While New York Sleeps (1920), de Charles Brabin, desarrolló una amplia carrera en Hollywood en pequeños papeles para diferentes compañías. Tras un breve paréntesis en Cuba, Piedra regresa a California y trabajó en numerosas producciones, entre ellas Week-End in Havana (1941), de Walter Lang, en la que desempeñó como asesor técnico. En los últimos años de su vida, hacia 1987, Piedrecita, como le llamaban, trabajó como pianista en el club capitalino La zorra y el cuervo, y en el restaurante del Círculo Social Obrero Gerardo Abreu Fontán.

[ii] Gilberto Pérez Castillo: Nuestro Siglo. Lectura para grados superiores, La Habana, pp. 239-242.

[iii] «Cinematografía nacional: Entre dos amores»: Bohemia, Vol. XVI, No. 41, 18 de octubre de 1925, p. 13.

[iv] Ibid.

[v] Testimonio de Margot Brito incluido en el documental Crónica a tiempo… (1989), dirigido por Luis Cámara, producción de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

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