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José Martí, analista de la Conferencia Monetaria Internacional Americana II

12 de marzo de 2021

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José Martí, 1901,  Armando García Menocal Óleo sobre tela 102 x 90 cm

José Martí, 1901, Armando García Menocal, Óleo sobre tela, 102 x 90 cm

 

El extenso artículo publicado por José Martí en el número de mayo de 1891 de La Revista Ilustrada de Nueva York acerca de aquella conferencia en que Martí represento a Uruguay con dignidad y pujanza, dedica una de sus partes a plantear las diferencias entre los pueblos latinoamericanos y Estados Unidos. Seguía así la línea de pensamiento que ya le había guiado en su ensayo “Nuestra América”, publicado por primera ocasión en esa propia revista.

En este nuevo texto es más enfático y directo en sus planteos, quizás porque ya estaba en la batalla abierta para defender la soberanía de nuestras tierras frente al expansionismo del vecino del norte.

Su razonamiento, de alto vuelo político y sociológico, comienza de este modo: “Un pueblo crece y obra sobre los demás pueblos en acuerdo con los elementos de que se compone. La acción de un país, en una reunión de países, será conforme a los elementos que predominan en él, y no podrá ser distinto de ellos.” Y, para hacer más clara esta idea, usa la imagen de cómo un caballo hambriento ante una llanura pastosa y fragante “se hundirá en el pasto hasta la cruz, y morderá furioso a quien le estorbe.” Repite de inmediato este procedimiento de ejemplificar con animales, las diferencias entre las especies, para indicar cómo ello ocurre de igual manera entre las naciones: “Dos cóndores y dos corderos, se unen sin tanto peligro como un cóndor y un cordero.” Y continúa señalando que dos cóndores jóvenes no sabrían defender la presa que les sería arrebatada por el cóndor maduro, mientras ellos se entretienen en “los juegos fogosos y peleas fanfarronas de la primera edad”. La conclusión comparativa le sigue como un apotegma, como un requisito de las políticas nacionales: “Prever es la cualidad esencial, en la constitución y gobierno de los pueblos.” Lo recalca: “Gobernar no es más que prever.” Y concluye, enlazando ese principio con la idea inicial: “Antes de unirse a un pueblo, se ha de ver qué daños, o qué beneficios, pueden venir naturalmente de los elementos que lo componen.”

El cierre concluye, entonces, con la principal idea martiana: “Los países que no tienen métodos comunes, aun cuando tuviesen idénticos fines, no pueden unirse para realizar su fin común con los mismos métodos.”

Pasa luego a señalar las características propias de Estados Unidos. Allí, a su juicio, ya no preponderaba el espíritu “de los colonos rebeldes”, “elemento más humano y viril, aunque siempre egoísta y conquistador”. En sentido contrario, Martí expresa, que después de consumir a la raza nativa y de vivir de la esclavitud de otra, todo ello se ha aumentado “con el injerto continuo de la muchedumbre europea.” Rechazan a la raza negra, exterminan a la india, y creen que ambas son las que forman a Hispanoamérica. Y culmina el análisis preguntando si Estados Unidos podría convidar a Hispanoamérica a una unión “sincera y útil” si a esta le convendría la unión política y económica con Estados Unidos.

Evidentemente, el antimperialismo martiano no estuvo tan silencioso.

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