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José Martí: un gran continuador de los luchadores que iniciaron la Guerra por la Independencia de Cuba

24 de febrero de 2021

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José Martí no participó en la denominada guerra de los diez años que se inició en Cuba en la finca Demajagua el 10 de octubre de 1868 encabezada por Carlos Manuel de Céspedes.

Cuando dicha guerra se desencadenó él tan sólo tenía 15 años. Además de ello residía en La Habana, zona distante varios centenares de kilómetros de donde se desarrollaban las acciones combativas.

Pero desde esa etapa de su juventud él se sintió motivado y respetó mucho a quienes se habían lanzado a combatir en aras de lograr la liberación de Cuba del dominio colonial español y por el derecho a establecer una república en el territorio cubano.

Precisamente lo que experimentaba al saber que en Cuba se combatía en tal empeño lo reflejó en un soneto que tituló Diez de Octubre en el que aseguró en su parte inicial:

No es un sueño, es verdad: grito de guerra

Lanza el cubano pueblo, enfurecido;

El pueblo que tres siglos ha sufrido

Cuando de negro la opresión encierra.

Del ancho Cauto a la Escambraica sierra,

Ruge el cañón, y al bélico estampido,

El bárbaro opresor, estremecido,

Gime, solloza, y tímido se aterra.

Martí no solo reflejó el grado de simpatía que sentía por la causa de la independencia de su tierra natal a través de las palabras, sino que igualmente por su modo de actuar o de enjuiciar a los que se subordinaban o servían a los intereses de la metrópoli española, tendría que encarar tanto el presidio político y la realización de trabajo forzado e igualmente el destierro.

Más ello no fue algo que lo llevaría a desistir de sus ideas con respecto a los anhelos de los cubanos por ver a su Patria libre e independiente e incluso cuando se hallaba en Madrid en calidad de deportado aprovechó determinadas coyunturas, como fue el caso de la proclamación de la República en el territorio español para hacer referencia a la trascendencia de la lucha que se libraba en Cuba.

Y fue así que el 15 de febrero de 1873 terminó de escribir un trabajo titulado La República española ante la Revolución cubana.

Tras detallar que su patria escribía con sangre su resolución irrevocable y que sobre los cadáveres de sus hijos se alzaba a decir que desea firmemente su independencia, patentizó: “Y Cuba se levanta así. Su plebiscito es su martirologio. Su sufragio es su revolución.”

Con el decursar de su breve pero fecunda existencia Martí expuso otras relevantes consideraciones en torno a la primera etapa de la lucha por la independencia de Cuba que se desenvolvió entre 1868 y 1878.

De manera muy especial habló, precisamente en los actos que organizaron los patriotas cubanos residentes en Nueva York con motivo de la fecha del 10 de octubre.

Y en esos actos en que combatió con la fuerza de su palabra vibrante Martí resaltó el grado de compromiso que tenía con la lucha por la independencia cubana ya que se sentía un continuador de la obra realizada por los que participaron en la guerra de los diez años.

Por ejemplo el 10 de octubre de 1890, en el Hardman Hall de Nueva York. comenzó su discurso evocando a los caídos en la anterior etapa de la lucha por la independencia, y señaló cuál era la actitud que debía asumirse para rendirles un verdadero homenaje.

Expresó: “Otros llegarán sin temor a la pira donde humean, como citando con la hecatombe, nuestros héroes; yo tiemblo avergonzado: tiemblo de admiración, de pesar y de impaciencia. Me parece que veo cruzar, pasando lista, una sombra colérica y sublime, la sombra de la estrella en el sombrero; y mi deber, mientras me queden pies, el deber de todos nosotros, mientras nos queden pies, es ponernos en pie, y decir: “¡presente!”

Consecuente con sus convicciones en los años finales de la década del ochenta y principios del siguiente decenio Martí trabajó en forma intensa y sistemática en el empeño de lograr la reanudación de la guerra por la independencia de Cuba.

Contactó a relevantes figuras de la pasada etapa de la guerra, como por ejemplo el dominicano Máximo Gómez y el cubano Antonio Maceo, instó a jóvenes simpatizantes de la causa de la independencia a dar su apoyo resuelto y los calificó como los Pinos nuevos en un discurso pronunciado en la ciudad estadounidense de Tampa el 27 de noviembre de 1891.

Creó el periódico Patria y también logró en 1892 la fundación y desarrollo del Partido Revolucionario Cubano.

Siguió esforzándose en los dos años siguientes para hacer realidad que en Cuba se reiniciase la guerra por la independencia, cuestión que se logró el 24 de febrero de 1895.

Y de inmediato se empeñó en trasladarse a Cuba para con la fuerza de su ejemplo contribuir al desarrollo de la gesta independencia.

Ya el 25 de marzo de 1895 después de haber firmado junto a Máximo Gómez el Manifiesto de Montecristi, conocido así en la historia por haber sido suscrito en esa ciudad dominicana, Martí le escribió una singular carta a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal en la que le aseguró: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber.”

También en similar fecha en una misiva dirigida a su querida madre Leonor Pérez Cabrera él además le manifestó: “El deber de un hombre está allí donde es más útil.”

El 11 de abril de 1895 Martí pudo llegar hasta el territorio cubano. Varios días después en una carta que le envió a sus amigos y cercanos colaboradores Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra patentizó lo que sentía en ese instante al expresarles: “En Cuba libre les escribo, al romper el sol el 15 de abril, en una vega de los montes de Baracoa.”

Y destacó seguidamente con especial significación: “Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado, y arrastrando la cadena de mi patria, toda mi vida. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo. Este reposo y bienestar explican la constancia y el júbilo con que los hombres se ofrecen al sacrificio.”

Igualmente en esta carta Martí enfatizó: “El alma crece y se suaviza en el desinterés y en el peligro.”

Algo más de un mes más tarde en la misiva que empezó a escribirle el 18 de mayo de 1895 a su amigo mexicano Manuel Mercado, y que quedó inconclusa al producirse su caída al día siguiente en la zona de Dos Ríos, Martí expuso con meridiana claridad por qué luchaba.

Señaló en una parte de dicha carta: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo– de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.”

Seguidamente puntualizó: “Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias para alcanzar sobre ellas el fin.”

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