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José Martí en la Sociedad Literaria Hispanoamericana

4 de diciembre de 2020

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José Martí junto a Gonzalo de Quezada y Aróstegui y su esposa Angelina Miranda y Govín

José Martí junto a Gonzalo de Quezada y Aróstegui y su esposa Angelina Miranda y Govín

El 5 de noviembre de 1887 se fundaba en la ciudad de Nueva York la Sociedad Literaria Hispanoamericana por el periodista y escritor colombiano Santiago Pérez Triana. Numerosos cubanos en momentos en que residieron en esa urbe se incorporaron a ella, varios de los cuales de destacaban por sus postura independentista y que serían posteriormente colaboradores de Martí en el Partido Revolucionario Cubano. Entre esos patriotas cercanos a Martí se hallaban Diego Vicente Tejera, Benjamín Guerra, Gonzalo de Quesada Aróstegui, Rafael de Castro Palomino y Serafín Bello junto a escritores como Francisco Sellén, Francisco Chacón y Nicolás Heredia, y artistas como el músico Arístides Agramonte.
En los primeros momentos Martí mantuvo cierta reserva hacia la naciente Sociedad, pero pronto las abandonó y llegó a alcanzar tan destacada presencia en ella que Pérez Triana le llamó “el orador predilecto” de la institución. El estudioso de la entidad, el fallecido historiador Enrique López Mesa, ha afirmado que el tránsito martiano por la Sociedad dio lugar a que los hispanoamericanos de Nueva York fusionaran al orador político con el intelectual relevante y que, a la vez, ello influyera en la formación de su liderazgo político en la ciudad.
En las elecciones anuales del 6 de diciembre de 1890 Martí obtuvo la presidencia, Benjamín Guerra fue el primer vocal y tesorero, y Gonzalo de Quesada, segundo vocal. Unían así sus esfuerzos quienes dos años después estarían a la cabeza directiva del Partido Revolucionario Cubano. Durante su mandato anual, Martí creo las “Noches americanas”, veladas líricas y literarias dedicadas a país de nuestra región, y tuvo a su cargo los discursos consagrados a México y a Centroamérica, respectivamente el 23 de abril y el 6 de junio de 1891. Se conservan también sus piezas oratorias de elogio al expresidente colombiano Santiago Pérez Manosalbas y el panegírico del músico cubano Nicolás Ruiz Espadero. No se conservan, sin embargo, sus disertaciones de abril de ese mismo año sobre los payadores sudamericanos y su panorama acerca de la pintura y la poesía mexicanas.
A pesar de rechazar su reelección a la presidencia de la Sociedad a fines de1891, el 5 de marzo del año siguiente aceptó pronunciar las palabras de cierre de la velada dedicada a Venezuela.
Gran trascendencia tuvieron entonces y aún hoy figuran entre sus piezas oratorias fundamentales por su alcance en pro de la unidad latinoamericana. Una a es la conocida como “Madre América”, en la velada del 19 de diciembre de 1889 a los delegados de nuestra América a la Conferencia Internacional Americana de Washington convocada por Estados Unidos, y en la que trazó los rasgos e intereses comunes de estos pueblos. La otra es la brillante exposición sobre Simón Bolívar el 28 de octubre de 1893, cuando ya se hallaba inmerso en los preparativos de la guerra necesaria, la de liberación de Cuba, cuyas palabras instaron a la pelea unida de nuestra América al recordar los tiempos de la epopeya liderada por El Libertador.
Todavía el 26 de enero de 1895, cuatro días antes de su partida definitiva de Nueva York para incorporarse a la guerra de Cuba pronta a estallar, se refirió a la Sociedad y la calificó de “leal”. Evidentemente, la institución cumplía el papel que le había asignado en carta al secretario de la corporación cuando él era su presidente: “La Sociedad Literaria existe para levantar en los Estados Unidos el crédito de toda Hispanoamérica; para juntar a todos los hispanoamericanos, con las ideas y los propósitos que ya les son urgentes, en un pueblo ante el cual es indispensable enseñarse con todas las cualidades de fuerza mental y cultura visible, y organización decorosa que puedan inclinarlo al respeto (…) Existe para alzar aquí, cuando ya es preciso que se le vea, el estandarte nuevo y enérgico de nuestra América.”
Fue, pues, la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva York, eslabón del magno combate libertador y antimperialista de José Martí.

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