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Ni blando, ni arrepentido

26 de noviembre de 2020

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Mientras más y más sectores obreros expresan su repudio al régimen neoliberal de Sebastián Piñera, se leen en algunas redes cómo los partidarios del pinochetista presidente se quejan de que se ha vuelto muy blando y hasta sumiso con la izquierda, conminándolo a impedir que la convención del 11 de abril del entrante año introduzca cambios progresistas en la Constitución que el dictador estableció para la nación suramericana.
La reacción pretende que se ignore el resultado del reciente plebiscito para cambiar la Carta Magna, no importa el aumento de las protestas antigubernamentales, cuya represión, con decenas de muertos y miles de heridos y detenidos, ha sido la mayor de todas las ocurridas en esto tiempos de protesta en naciones con regímenes neoliberales en Suramérica.
La política actual del mandatario juega con la aparente preocupación por la extendida epidemia del nuevo coronavirus y su habilidad para compensar las pérdidas económicas que el mal conlleva.
Así, se ha reunido con empresarios con una larga historia de denuncias sociales por violaciones a los derechos ambientales y humanos; otras más nuevas y que, sumándose a esta corriente en los tiempos de crisis, buscan ganar nuevos mercados y más beneficios.
Y todas ellas alentadas, en esta carrera de expansión, por la clase política tradicional y los diferentes poderes institucionales del Estado chileno incluidos, en muchos casos, los autonómicos.
Para empresarios y latifundistas solo vale sumergirse en la línea de mercantilización extrema de la naturaleza para la máxima obtención de beneficios al precio que sea, incluidos los derechos de las personas y de los pueblos.
Nada se hace para evitar que las empresas sigan inundando territorios sagrados mapuches, como lo han estado haciendo la transnacional ítalo-española Enel-Endesa, con el vaciado parcial de un lago.

 

DAÑOS IRREVERSIBLES

 
Esto trae consigo daños ambientales y sociales irreversibles, parejo al reasentamiento de comunidades indígenas, tras la expulsión de sus tierras. Todo ello con la pretensión de construir una nueva central hidroeléctrica en uno de los territorios más castigados por este tipo de proyectos a lo largo del sur chileno.
Son conocidos los casos, protagonizados también por Endesa, de la construcción de centrales hidroeléctricas en otros ríos andinos con proyectos como Ralco y Panque, denominados posteriormente “ecodesastres” por sus graves consecuencias medioambientales y sociales contra el territorio mapuche.
Es lógico que continúe la indignación mapuche, que no recibe respaldo de aquellos que quieren mantener la falsa historia oficial de protección a los culpables y de otros que se dicen hombres, pero se conforman ante la injusticia de este abuso continuado.
Al tiempo que Piñera maniobra para impedir cualquier cambio que afecte a sus socios neoliberales -como el de evitar que los pensionados tengan acceso por segunda vez a una caja de retiro que les suavice su actual dura situación-, vuelve a llamar a la unidad nacional y utiliza la demagogia populista para resguardar los negocios empresariales y fortalecer el aparato represivo del Estado.
Cínico hasta la médula, todavía utiliza su falso discurso de poner por delante el “valor del sustento y desarrollo”, y aludiraque su gobierno seguirá derrotando la pobreza, alcanzará el desarrollo y promoverá a la clase media, en tanto la realidad habla del saqueo a troche y moche en el fracasado modelo neoliberal que el imperialismo impuso en Chile.

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