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José Martí condena el vil fusilamiento de ocho estudiantes de medicina

24 de noviembre de 2020

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El 27 de noviembre de 1871 las autoridades españolas fusilan a ocho estudiantes de medicina acusados supuestamente de haber profanado la tumba de un periodista español en el cementerio de La Habana.

José Martí se hallaba en ese instante en Madrid puesto que desde hacía varios meses había salido de su tierra natal hacia España en calidad de deportado después de haber padecido el presidio político y la realización de trabajo forzado.

El joven Martí había conocido de modo directo tanto en la cárcel como en las canteras de San Lázaro las atrocidades que eran capaces de cometer los representantes en Cuba de la metrópoli española.

No obstante ello la noticia del injusto castigo a los estudiantes lo impresionó en forma notable.

Y esto se puede apreciar en lo que con el decursar de su existencia escribiera o expresara en torno a este hecho.

Por ejemplo en 1872 en ocasión de cumplirse el primer aniversario del fusilamiento de los estudiantes de medicina él elaboró en Madrid un poema en el que al evocar a los jóvenes víctimas del colonialismo español, expresó:

 ¡Ellos son! ¡Ellos son! Ellos me dicen

Que mi furor colérico suspenda,

Y me enseñan sus pechos traspasados,

Y sus heridas con amor bendicen,

Y sus cuerpos estrechan abrazados,

¡Y favor por los déspotas imploran!

¡Y siento ya sus besos en mi frente,

Y en mi rostro las lágrimas que lloran!

En ese poema que tituló “A mis hermanos muertos” el 27 de noviembre, Martí también hizo el siguiente planteamiento en torno a la muerte:

 ¡Y más que un mundo, más! Cuando se muere

En brazos de la patria agradecida,

La muerte acaba, la prisión se rompe;

¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!

¡Oh, más que un mundo, más! Cuando la gloria

A esta estrecha mansión nos arrebata,

El espíritu crece,

El cielo se abre, el mundo se dilata

Y en medio de los mundos se amanece.

Además en noviembre de 1872 Martí redactó en unión de su gran amigo Fermín Valdés Domínguez y Pedro de la Torre una proclama en la que patentizaron su condena resuelta a ese crimen al señalar: “No graba cincel alguno como la muerte los dolores en el alma: -no olvida nunca el espíritu oprimido el día tremendo en que el cielo robó ocho hijos a la tierra, y un pueblo lloró sobre la tumba de ocho mártires. Nadie se ha despedido con más grandezas que ellos de la vida.”

Y se agregó en la parte final de la proclama: “¡Lloren con nosotros todos los que sientan! ¡Sufran con nosotros todos los que amen! ¡Póstrense de hinojos en la tierra, tiemblen de remordimiento, giman de pavor todos los que en aquel tremendo día ayudaron a matar!”

No fue tan solo de las formas citadas, es decir mediante la proclama y el poema señalados, que Martí denunció el injusto fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina por el régimen colonial español.

Tanto en otros trabajos periodísticos como en discursos, como por ejemplo el pronunciado en Tampa el 27 de noviembre de 1891, Martí se refirió a ese vil hecho.

En una parte de su intervención Martí señaló: “Cantemos hoy, ante la tumba inolvidable, el himno de la vida.”

En la parte final de su discurso Martí estableció una comparación metafórica entre el futuro desarrollo de un árbol que había visto cuando se dirigía hacia Tampa y los jóvenes cubanos que se hallaban anhelantes de participar en la lucha por la independencia de Cuba.

Manifestó: “Era el paisaje húmedo y negruzco: corría turbulento el arroyo cenagoso; las cañas, pocas y mustias, no mecían su verdor quejosamente, como aquellas queridas por donde piden redención los que las fecundaron con su muerte, sino se entraban, ásperas e hirsutas, como puñales extranjeros, por el corazón: y en lo alto de las nubes desgarradas, un pino, desafiando la tempestad, erguía entero, su copa

“Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos: ¡Eso somos nosotros: pinos nuevos!”

También José Martí destacó en diversas intervenciones la gran labor realizada por Fermín Valdés Domínguez en demostrar la inocencia de los jóvenes asesinados.

Precisamente en 1894, en un trabajo publicado en Patria el 3 de febrero, calificó a Valdés Domínguez como el “Vengador del bestial crimen del 27 de noviembre de 1871”, y como “el criollo indómito y útil en quien, en uno de los momentos más dramáticos y puros de nuestra tierra, encarnó y palpitó el alma cubana”.

Igualmente en ocasión de rendírsele un homenaje en Nueva York a Valdés Domínguez, el 24 de febrero de 1894, Martí, al hablar en el acto efectuado en el Salón Jaeger´s, señaló: “¡Ah! ese hombre no ha vindicado solamente a los estudiantes de medicina, ese hombre ha vindicado a la sociedad de Cuba”

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