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Yo te doy, ¿y tú?… El parasitismo

27 de noviembre de 2020

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Acaro de la sarna, ectoparasito

Ácaro de la sarna, ectoparásito

 

El parasitismo es un proceso por el cual una especie amplía su capacidad de supervivencia utilizando a otras especies para que cubran sus necesidades básicas y vitales.

El parasitismo es una interacción biológica entre organismos de diferentes especies, en la que una de las especies participantes, el parásito, depende del otro, el huésped (también llamado hospedante, hospedador o anfitrión), el primero obtiene algún beneficio, puede ser nutricional, reproductivo, dispersión, etc.

El parasitismo generalmente ocurre a lo largo de todas las fases de la vida de un organismo o puede ser sólo en períodos concretos de su vida. Una vez que el proceso supone una ventaja apreciable para la especie parásita, queda establecido mediante selección natural y se convierte en un proceso irreversible que desemboca a lo largo de las generaciones en profundas transformaciones fisiológicas y morfológicas de tal especie.

Existen también los llamados hiperparásitos, ¿quiénes son estos? Son aquellos parásitos que parasitan a otro parásito. Las cadenas parasitarias que en estos casos se forman son las que generan competencia biológica y antibiosis (es el efecto que se engendra cuando una especie produce una sustancia nociva para otra especie que compite con ella), esto es aprovechado para fundamentar medidas de control biológico de las enfermedades y las plagas de los cultivos.

Los parásitos que viven dentro del huésped u organismo hospedador se llaman endoparásitos. Muchos endoparásitos obtienen beneficio de los organismos huéspedes mediante mecanismos pasivos, como por ejemplo el nematodo Ascaris lumbricoides un endoparásito que vive en el intestino de los seres humanos. Ascaris lumbricoides produce un gran número de huevos, que son transportados desde el tramo digestivo hasta el medio externo, dependiendo de los humanos el ser ingeridos en lugares que no tengan una buena salubridad.

Los parásitos que viven fuera del huésped se denominan ectoparásitos. Muchos ectoparásitos poseen elaborados mecanismos y estrategias para encontrar organismos hospedadores, por ejemplo, algunas sanguijuelas acuáticas localizan organismos con sensores de movimiento y confirman su identidad registrando las sustancias químicas antes de fijarse a la piel. La hematofagia es el hábito de alimentación de aquellos que se nutren con sangre y representa una forma de ectoparasitismo. Entre los casos más notables de hematófagos están los mosquitos, de los que sólo las hembras son hematófagas, las garrapatas, las pulgas, piojos, algunos murciélagos (subfamilia Desmodontinae) a los que se llama vampiros. Los hematófagos son frecuentemente vectores de enfermedad infecciosa, de manera que a menudo es sobre ellos sobre los que se centran los esfuerzos de erradicación. Entre los casos más notables están la malaria, transmitida por mosquitos del género Anopheles; las tripanosomiasis, como la enfermedad del sueño, transmitida por moscas o la enfermedad de Chagas, transmitida por chinches de la familia Reduviidae; la enfermedad de Lyme, transmitida por garrapatas; o la leishmaniasis (el kala azar) transmitida por pequeños dípteros de la familia Phlebotomidae.

Entre las especies que se nutren total o parcialmente con sangre, de animales o humanos encontramos a las sanguijuelas, chupasangres, garrapata, piojo, piojo de los vestidos, ladilla, piojuelo, chinche, pulga, pulga humana, mosquito, jején, tábano, mosco excavador de la piel, arador de la sarna, tenias intestinales, lamprea y el murciélago vampiro.

Un parásito que mata al organismo donde se hospeda es llamado parasitoide. Algunos parásitos son parásitos sociales, obteniendo ventaja de interacciones con miembros de una especie social, como son los áfidos, las hormigas o las termitas.

La estrecha correspondencia entre las evoluciones de parásitos y sus huéspedes guarda una íntima relación con la especificidad del parasitismo. Los parásitos son generalmente muy selectivos con respecto a sus hospedadores, se ha comprobado en un elevado porcentaje de casos que son exclusivos de una especie. De hecho, no hay apenas especie de planta o animal de cierto tamaño, o incluso microscópica, que no cuente con algún parásito propio y no compartido. Por ejemplo, el ácaro del moho Phyllocoprtuta oleivora es un fitoparásito exclusivo de las plantas del género Citrus.

Todo esto, más el hecho de que algunos parásitos también puedan ser hospedadores de otros parásitos, hace que la proporción de parásitos en la biota global sea notablemente alta.

En los grupos que evolucionan hacia el parasitismo, es común que se produzca una fuerte simplificación o reducción orgánica, a veces tan drástica que hace irreconocibles sus afinidades. Por ejemplo, los mixosporidios, considerados tradicionalmente protistas parásitos, son en realidad formas muy reducidas de animales emparentados con los corales. Un ejemplo menos exagerado lo ofrece la pérdida de las alas en moscas parásitas del ganado, pérdida que representa una fase inicial de la misma trayectoria evolutiva que hizo derivar a las pulgas (orden Siphonaptera) precisamente de ciertas moscas (orden Diptera).

Los parásitos se pueden clasificar en:

Los microparásitos: son pequeños y extremadamente numerosos, se multiplican dentro del huésped y en muchos casos lo hacen dentro de las células del huésped, por lo tanto, se relacionan con el metabolismo y provocan reacciones por parte de los anticuerpos.

Los macroparásitos crecen, y en algunos casos se multiplican dentro del huésped. En otros casos producen fases infecciosas que salen fuera del huésped, para afectar a otros. Viven sobre (los piojos, por ejemplo) o dentro del cuerpo (las lombrices intestinales, por ejemplo) o en las cavidades del hospedero y, por lo general, se puede estimar el número de macroparásitos existente en el organismo afectado.

Una de las características comunes del parasitismo es que conlleva un intercambio de sustancias, que provocan en el hospedador una respuesta inmunitaria. De esta manera, el parásito debe vencer la acción del sistema inmunitario del hospedador para tener éxito. Así, las interacciones antígeno-anticuerpo son más complicadas cuanto mayor sea la complejidad de los antígenos.

Es difícil diferenciar el fenómeno de parasitismo de los siguientes: comensalismo, simbiosis, foresis y depredación, ya que las distinciones entre éstos varían de un autor a otro.

Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que ella perdure: respetarla y servirla.

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