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Enrique Cabrera

11 de noviembre de 2020

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El doctor Enrique Cabrera llegó a Cuba el 22 de octubre de 1962, junto a su esposa e hijos. Eran los días inquietantes de la Crisis de Octubre y el Gobierno Revolucionario lo invitó a establecerse y trabajar en el país, que ya conocía desde un primer viaje en 1951, que había vuelto a visitar en 1960 –con motivo del Encuentro de Solidaridad con Cuba, de cuya declaración final era firmante– y en el cual se sentía como en la propia casa.

¿Y quién era este hombre, sorprendentemente joven y de apariencia frágil, en el que tanto se alababa su talento?

Subdirector del Instituto Nacional de Cardiología entre 1951 y 1954, comisionado del mismo y representante de México en congresos y simposios internacionales, el científico sumaba a su currículum los cargos de profesor de Patología de la Universidad Autónoma de México, miembro de la Academia de Medicina y de la Academia de Ciencias en su patria. Además, había impartido cursos en varios países de Latinoamérica y publicado dos libros: Las bases electrofisiológicas de la electrocardiografía y Teoría y práctica de la electrocardiografía.

A su quehacer profesional incorporaba las preocupaciones habituales en un sociólogo y en un humanista. La política y la economía estaban dentro del campo de sus intereses. También las artes, en especial la pintura y la música; se deleitaba en la interpretación de Chopin y Mozart, de Beethoven y Bach.

Admira tal dedicación en un hombre que se sabía enfermo de cuidado. Precisamente se hallaba en Moscú, en viaje para recibir tratamiento médico, cuando su estado empeoró hasta el punto de fallecer en esa ciudad el 9 de enero de 1964, a la edad de 45 años. Sus cenizas llegaron a La Habana el día 16 para ser inhumadas en la necrópolis de Colón.

Se le rindieron guardias de honor en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, encabezadas por el rector y por el ministro de Salud Pública. A este último, doctor J. M. Machado Ventura, correspondieron las palabras de despedida del duelo:

“Reposa ya en Cuba este amigo humilde y sincero, en quien se aunaron las personalidades del político de pensamiento materialista y el científico estudioso y consagrado.”

El 12 de marzo del propio año se celebró un acto solemne para dar el nombre del galeno al Hospital Nacional, en Altahabana, de cuyo Departamento de Cardiología fuera director.

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