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Letras clásicas del XIX

22 de abril de 2013

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Alrededor del amor, el más universal de los sentimientos humanos, giran las historias que ahora, por vez primera, se publican en Cuba. Son dos narraciones, fechadas en el siglo XIX, que firman dos autores de imprescindible referencia en la literatura del mundo de su tiempo y del tiempo futuro.

Se trata de dos propuestas que, indudablemente, enriquecen el catálogo de la Editorial Arte y Literatura: el relato Sarrasine (Colección Ala de Colibrí, 48 pp), de Honorato de Balzac, y la novela La letra escarlata (Ediciones Huracán, 208 pp), de Nathaniel Hawthorne.

Sarrasine apareció originalmente, en 1830, en La Revue de París. Luego, Honorato de Balzac incluyó el texto en el tomo Cuentos filosóficos y, posteriormente, integró las Escenas de la vida parisiense, como parte de ese monumento literario que es La comedia humana.

Exultante y trágica historia de amor, una de las piezas breves más notables de su autor –como comentan sus editores—, Sarrasine cuenta el apasionado amor que despierta en un afamado escultor francés, de visita en Roma, una cantante de ópera que resulta ser, al final de la historia, un castrado.

“Llegaremos al conocimiento del personaje protagónico –apunta el narrador Jorge Ángel Pérez, en el epílogo a esta edición cubana— a través de las abundantes descripciones del autor, pero también por los juicios de Diderot, quien considera una de sus esculturas como una obra maestra, ¿desconocida? Lo más trascendente del siglo dieciocho acompañando a un personaje de ficción”.

Impresor y editor, entre otros oficios, Honorato de Balzac (Tours, 1799-París, 1850) creó una obra trascendental que, entre otros títulos imprescindibles de la narrativa universal, incluye Eugenia Grandet (1834), Papá Goriot (1834), El lirio en el valle (1836) y El primo Pons (1847).

En La letra escarlata, novela publicada en 1850, Nathaniel Hawthorne relata el escarnio, la vejación, el desprecio, a que es sometida la protagonista, Ester Prynne, quien por su adulterio es condenada, por decisión de una sociedad retrógrada, a llevar la letra A marcada en su pecho.
Considerado un escritor esencial en los inicios de la literatura norteamericana, Nathaniel Hawthorne (Salem, 1804-Plymouth, 1864) cultivó fundamentalmente el cuento, género que, en opinión del argentino Jorge Luis Borges, le permitió expresar “el tenue mundo crepuscular, o lunar, de las imaginaciones fantásticas”.
Solo cinco novelas integran la bibliografía de Nathaniel Hawthorne. La primera, aparecida de forma anónima, en 1828, fue Fanshawe. Después vendrían La letra escarlata (1850), La casa de los siete tejados (1851), La novela de Blithedale (1852) y El fauno de mármol (1860).
Con acierto, La letra escarlata es calificada, por el editor Yoel Manuel L. Vázquez, como un clásico de todos los tiempos. Una novela, también asegura, “muy conocida por su versión fílmica, (que) ha sido muy esperada por muchos, mientras que para otros será un descubrimiento”.
Los lectores de la isla podrán ahora, con Sarrasine y La letra escarlata, acceder a dos narraciones que, desde miradas y propuestas diferentes, cuentan dos historias protagonizadas, de una u otra manera, por el amor. Dos obras que, por sus méritos, por su alcance y trascendencia, pertenecen a la memoria de las letras universales.

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