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Ciclones habaneros

15 de junio de 2020

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El primero de junio comenzó la temporada ciclónica, que durará hasta finales de noviembre y según el Instituto de Meteorología se espera para el período la organización de quince huracanes en nuestra área, y la probabilidad de un 60 por ciento de que alguno afecte a Cuba.

Por esa razón, debemos estar al tanto de los partes de la Defensa Civil, sobre todo hoy ya que la presencia de un meteoro, junto a la Covid 19 complicaría seriamente la situación del país.

 

STORM

 

Los invito, entonces, a reflexionar sobre ciclones que hicieron historia en La Habana por los daños ocasionados a nuestra ciudad, como el del 4 al 5 de octubre de 1844, conocido como la tormenta de San Francisco de Asís.

Otro huracán, conocido como la tormenta de San Francisco de Borja, azotó la capital los días 10 y 11 de octubre de 1846, ocasionó 175 víctimas mortales y más de 50 mil damnificados, derrumbó numerosas edificaciones sólidas y causó el hundimiento de muchas embarcaciones surtas en el puerto.

En l877, cuando el catalán don Joaquín Payret estaba a punto de inaugurar su teatro, en la esquina de Prado y San José, los fuertes vientos de una tempestad casi desaparecen la instalación.

Uno de los más devastadores fue el del 9 de septiembre de 1919, famoso como el Valbanera, porque hundió al buque con ese nombre, con sus 700 toneladas y 200 pasajeros y tripulantes.

Pero el peor de todos, por la cantidad de víctimas fatales y destrozos materiales, fue el del 20 de octubre de 1926, el que entró por Batabanó después de destrozar la Isla de Pinos. A las diez y 35 de la mañana su vórtice penetró en la capital, y una hora más tarde salió por Cojímar.

Fue tal la fuerza del viento, que una gruesa tabla se incrustó en una palma, foto que recorrió el mundo, y que dio lugar a que Sindo Garay compusiera la canción “El huracán y la palma”.

 

 

El 18 de octubre de 1944 otro fuerte ciclón azotó a la capital cubana durante diez horas. Impactó primero la Isla de Pinos, donde derrumbó casi el 90 por ciento de sus edificaciones.

Este meteoro alcanzó una recha máxima de 262 kilómetros por hora y dejó 319 víctimas mortales, además de cuantiosos daños en la instalaciones urbanas y otros sectores. Cuatro años más tarde, otro huracán atravesó los límites entre las provincias de La Habana y Matanzas, y a pesar de la dualidad informativa, ya que existían dos observatorios, el de la Marina de Guerra y el de los Jesuitas en Belén, no fue detectado.

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