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Sucio comercio

11 de mayo de 2020

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Nada extraño es que las actuales autoridades de Estados Unidos hayan revivido el proyecto para retener las aguas del río Colorado que fluyen a México y venderlas a uno de sus estados, California, con el presunto fin de dedicar ese dinero a la compensación de los granjeros de Texas que hayan sido perjudicados por la “irresponsabilidad mexicana”.
Tal espíritu “justiciero” contrasta con aquella leyenda que mencioné hace algún tiempo sobre Pecos Bill, un vaquero texano que se moría de hambre y de sed, bajo un fuerte sol, cuando hizo un tajo en el desierto, y ese día el Río Bravo (el propio Colorado en EE.UU.) construyó.
Este personaje no hubiera pensado remotamente que su país natal, manejado por los monopolios, ha sido el principal culpable de que gran parte de la población mundial no haya podido acceder al preciado líquido, a pesar de contar con amplias reservas subterráneas.
Esa monopolización del agua está bendecida por entes financieros internacionales, con predominio de capital norteamericano, como el Banco Mundial, el cual expresó que solo facilitaría préstamos al respecto con la condición de que dicho servicio se privatice.
En lo que respecta a Latinoamérica, hoy con gobiernos neoliberales y pandemia de coronavirus, se han facilitadoplanes de quienes ambicionan la región de la mayor biodiversidad y riqueza genética, la Amazonía, apoyados en los vendepatrias Plan Colombia e Iniciativa Regional Andina.
Nuestro continente, con el 12% de la población mundial, encierra el 47% de las reservas de agua potable en superficie y subterránea del planeta, pero en las que se explotan hay predominio de capital estadounidense y europeo, con el apoyo e intervención del Banco, por lo que no se tiene en cuenta los intereses de la población y el equilibrio del medio ambiente.
Es decir, el agua potable es visto como una mercancía y no como un bien social, porque para las transnacionales y las instituciones financieras internacionales ese elemento es comparado con el petróleo, el automóvil y el televisor, por lo que puede ser vendido, comprado o intercambiado, o sea, es vital, pero no un derecho humano esencial.
Quizás usted, amigo lector, piense que cuando el agua se embotella se hace mejor, pero no es así, porque al ponerle precio, lo convierte en inaccesible para los pobres. Deja de ser pública y se reserva para quienes más tienen.
Particularizar y explicar sobre qué compañías explotan más este aspecto llevaría a un trabajo más amplio, con aspectos elocuentes e increíbles al efecto, pero basta señalar que el Consejo Mundial del Agua y entidades ligadas a Naciones Unidas, responden a intereses de multinacionales como Monsanto, Vivendi Environnement, Suez, RWE, Thames Water, Souther Water, Danone, Coca Cola, Aguas de Barcelona y Bechtel.
Pero no todo es contemplación, y la agencia noticiosa Argenpress recuerda que en el 2004 se elaboró la Carta de Foz de Iguazú sobre el Acuífero Guaraní, que regula las condiciones en que debe ser explotar; y el colega cubano Hedelberto López Blanch señalaba hace algunos años en Rebelión los peligros que se ciernen sobre el reservorio.
Y es que el sucio comercio del agua limpia impide su promoción sustentable y exclusiva de los pueblos; la convierte en una mercancía cada vez más inaccesible y puede llevar de la guerra económica a la armada.

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