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Entrevista a Alberto Sarraín, director de teatro ( I )

18 de abril de 2013

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Entrevista realizada el 10 de enero de 2013

¿Por qué haces teatro en Miami?
Yo he hecho teatro en muchas partes, he vivido en muchísimas partes del mundo, dos años en Colombia, cinco años en Venezuela, cinco años en España. Más bien he sido un saltimbanqui, pero Miami es la ciudad que acogió a la diáspora cubana, gente que se fue y no pudo regresar por mucho tiempo. Allí la gente habla como uno, come como uno, disiente como uno. Yo siempre que escapo de algún lugar vuelvo a Miami, porque es un poco como regresar a casa, espero  con la reforma migratoria poder escaparme  a Cuba.

¿Cómo transcurre allí tu vida de teatrista?
Hacer teatro en Miami y en cualquier lugar del mundo es una proeza, es una heroicidad, entre la lucha por la subsistencia y la globalización que tiene al teatro entre las zonas menos apoyadas. Hacer arte teatral en los Estados Unidos en un idioma que no es el del país es una tarea dificilísima. El teatro es un arte de minorías y ni siquiera los teatristas norteamericanos viven del teatro. Tal y como está concebido el teatro en los Estados Unidos, a través de un productor y no de un grupo, el productor es la persona que llama a la gente para hacer los proyectos, es prácticamente imposible vivir del teatro. En Nueva York, que es una ciudad enorme, hay  1 millón 200 mil actores trabajando como camareros. Todos tienen un agente, todos van a audiciones y trabajan de camareros, que es el trabajo que les permite faltar porque tienen una audición; un día enganchan una obra de Broadway y viven cinco años de eso. Pero yo hago otra cosa, yo hago un teatro de minorías, teatro hispano, y felizmente tengo una profesión, soy sicólogo, en la que siempre he trabajado, y he hecho teatro tangencialmente pero con todos los hierros.

 

La sicología y el teatro son tus dos grandes amores
La sicología y el teatrose vinculan desde el teatro moderno con la aparición de Stanislavski y su sistema de actuación. El teatro juega con los resortes humanos y con la personalidad del individuo, los actores ponen como resorte de su trabajo su propia personalidad. Curiosamente no estudié teatro en Cuba. En mi época no existía el ISA, solo existía la ENA. Yo me formé en el teatro cubano pero de otra manera, de forma autodidacta. Durante muchos años estuve vinculado a Teatro Estudio, a Raquel y Vicente Revuelta. En realidad yo nunca quise ser sicólogo, yo quería ser actor, pero las circunstancias de la vida política y social me encaminaron a la seguridad de la sicología que, fortuitamente, llegó a mis manos.

 

¿Cómo te insertabas en el movimiento teatral cubano antes de salir de Cuba?
Siendo muy joven mi primer trabajo fue como actor en el Conjunto Dramático de Matanzas, yo soy habanero pero el Conjunto Dramático de Matanzas atravesaba por una serie de problemas y el Consejo Nacional de Cultura decidió crear un nuevo grupo con gente que vivía en La Habana. Estábamos Humberto Arenal, Julio Gómez, David Camps,  Gloria Parrado, y yo. Hice audiciones con 19 años y me aceptaron como actor y como asistente de dirección, esos fueron mis primeros pininos con la dirección. Fui asistente de dirección de Humberto Arenal y de David Camps, allí conocí a Virgilio Piñera, porque hice la asistencia de su obra Jesús, él estaba muy al tanto del montaje. Yo era un asistente consuetudinario del teatro. En la época en que no conocía a nadie en Teatro Estudio, me sentaba en la puerta a ver salir a los actores, veía la misma obra 19 veces, 20 veces, y así fui conociendo gente, pero cuando llegan los 70 y se cierran muchos grupos, yo caigo en la Escuela de Sicología. Allí pasé por muchos avatares para graduarme, pero descubrí que la Sicología era una pauta entre el teatro y toda la relación con la actuación. Hice mi trabajo en Sicopatología y Sicoterapia del actor, abrí una consulta y Raquel me mandaba a sus actores que tenían problemas y yo los atendía.

 

Fuiste testigo de una época de oro del teatro cubano. ¿Cuáles fueron los montajes que te marcaron como espectador, como hombre de teatro?
Mi incursión en el mundo teatral empieza a finales de los 60, recuerdo intensamente Peer Gynt, de Vicente Revuelta y Los Doce. Recuerdo Vida y muerte Severina, del Teatro Musical, era espectacularmente bella. Recuerdo Divinas palabras, el montaje de Roberto Blanco. Recuerdo la puesta de Vicente de Galileo Galilei, las tres versiones de La casa de Bernarda Alba que hizo Berta Martínez, el Don Gil de las calzas verdes que también hizo Berta. Casi siempre tratan de enmarcarte dentro de una escuela, a mi me enmarcan en la escuela de Roberto Blanco porque yo he sido un director que tiende al espectáculo grande, pero a mi la figura que más me impactó en aquel momento fue Berta Martínez, mucho más que Vicente. Vicente era el misterio, lo inenarrable, el arte; y Berta era como la cordura, el arte con reglas.

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