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Martine Carol

8 de abril de 2020

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El avión tocó pista en la noche del lunes 25 de junio de 1956, con una hora de retraso, pero aun así los flashes de las cámaras fotográficas se accionaron insistentemente y varias decenas de admiradores aguardaron con felicidad el ansiado momento de contemplar a la bella rubia.

La actriz asomó con su sonrisa cautivante, pelo platinado y armonioso andar. A Martine Carol, niña mimada del cine francés de los años cincuenta, la acompañaba su esposo, el director Christian Jacque.

Un periodista del diario El Mundo, apuntaba sus impresiones:

En Martine Carol se da el caso singular de ser en persona tan bella y atractiva como en la pantalla. Menuda, flexible, sonrosada, blonda y de ojos grandes y claros, posee una personalidad vibrante ungida de gracia. Se expresa con agilidad y precisión, en francés y en inglés, sin vacilar, derechamente, o soslayando las cuestiones inadecuadas o que no le interesan.

La Carol explicó tener filmadas más de tres decenas de películas, entre las más conocidas: Los amantes de Carolina, Lucrecia Borgia, Los amantes de Verona, Madame Du Barry, Adorables criaturas y Naná, en versión libre de la novela de Emile Zola y cuyo estreno en Cuba coincidió con la estancia de la protagonista. Para los curiosos que conjeturaban en voz baja acerca de su edad confesó, en exclusiva, tener 32 años, con lo cual cerró la boca de los indiscretos.

Al realizador Christian Jacque, de los más importantes de Francia, con cintas como Barba Azul, La Cartuja de Parma, Fanfán La Tulipe y la propia Naná se le describió como “hombre accesible y sencillo, seguro de sí, sin pedantería ni suficiencia, cordial y atento”, lo cual equivale a decir que ambos, la Carol y él, cayeron bien a la prensa, que les prodigó elogios.

Los invitados participaron en dos funciones de gala del cine francés en La Habana, los días 27 y 28. Solo cuatro días permaneció el matrimonio en Cuba, hasta el 29. El viaje, que era parte de un extenso recorrido promocional, se había iniciado en París, pasando por Istambul, Persia, Japón, California, Nueva York y después de La Habana continuaba por México.

– Quiero disfrutar unos días, aunque sean pocos, en esta alegre y bulliciosa Habana- declaró.

En verdad fue breve la visita de la Carol. No obstante, dejó sus películas, con suficientes escenas de las entonces llamadas “atrevidas”, como para que los espectadores del séptimo arte y la prensa continuaran hablando de ella por un buen rato.

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