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Fragmentos de la identidad cubana unidos por la danza

13 de abril de 2013

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Ladislao Navarro

Ladislao Navarro nació para vivir el mundo del arte. Según recuerda desde los 10 años sintió una inclinación especial por la danza, la música y las artes plásticas y a partir de los 12, comenzó a estudiar en escuelas de formación vocacional. Este año cumple su 35 aniversario de vida artística y además, celebra las dos décadas de Danza Fragmentada, colectivo que dirige desde su fundación. Minutos después de culminar la clase magistral que impartió en el Festival, conversamos sobre el aniversario de esta prestigiosa compañía que desde la más oriental de las provincias cubanas, Guantánamo, ha logrado ganar renombre en la danza contemporánea cubana y también extranjera.
“Fundé la compañía en el año 1993 a raíz de mi tesis de grado en el Instituto Superior de Arte, para licenciarme como bailarín, profesor y coreógrafo de la escuela de Danza Contemporánea. Cuando estaba seleccionando el tema del trabajo de Diploma los profesores me impulsaron a que intentara hacer algo novedoso y  contundente.
“Tenía un gran reto por delante. Así que me propuse idear nuevos métodos para crear danza con personas de diferente formación que no pertenecían a este mundo (de ahí la idea de danza fragmentada) y a corto plazo emprender un trabajo investigativo que me ofreciera pautas para realizar una tesis de grado. No me quedó más remedio que ir a lo que fui inicialmente. Por lo tanto, estudié muchísimo y solo así pude extraer la esencia para crear la nueva forma. Profundicé mis conocimientos en el ballet clásico que tomo como base, en la danza contemporánea y moderna cubana, en el folclor, en los diferentes métodos de mis anteriores maestros, así como en la música, la actuación y las artes plásticas. Mi fin era proponer un nuevo estilo rompiendo códigos y formas que estaban establecidas, para brindar así algo diferente.
Con esta finalidad creé una estética, una didáctica, un estilo propio, muy distante a lo que se hacía en la danza de aquellos años en nuestro país. En esa búsqueda me remonté a mi ciudad natal: Guantánamo y tomé elementos culturales autóctonos, como la tumba francesa, los bailes del vudú y del changüí, para incorporarlos al entrenamiento y a la forma de baile de los intérpretes. Siempre insisto en la importancia de mantener un diálogo continuo con la identidad de cada individuo y de reflexionar sobre el lugar donde nacimos, y especialmente sobre su cultura.
“Fui incomprendido y criticado, pero actualmente agradezco todo lo que sufrí en aquel tiempo. Debido a eso estoy hoy, después de 20 años, cosechando los frutos. Arribar a este aniversario me obliga a sentir mayor responsabilidad y sentido de pertenencia hacia mi trabajo. También hace que me planteé nuevos sueños como el de ser cada vez mejores y extender nuestro trabajo –que se ha convertido en un gran proyecto comunitario– a municipios intrincados de la provincia, especialmente a las montañas y la zona de la frontera con la Base Naval, así sentiremos que desde el arte, también somos soldados de la patria.
Ladislao Navarro disfruta al máximo las oportunidades que le ha dado la vida en el lugar donde nació, por eso continúa creando en Guantánamo. Allí, trabaja con muchos jóvenes egresados de la Academia Infantil de la Compañía, que acoge actualmente alrededor de 300 niños, especialmente los que provienen de la periferia de la ciudad. Él  ya no baila como antes, ahora lo hace más con el corazón, sin embargo le sobran bríos para continuar promoviendo fragmentos de nuestro patrimonio cultural a través de la danza contemporánea cubana.

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