ribbon

Charles Lindbergh

8 de enero de 2020

|

 

 

“De la mañana a la noche” alcanzó Charles Lindbergh la celebridad: el aviador despegó a las 7:52 de la mañana del viernes 20 de mayo de 1927 de la pista de Campo Roosevelt, en New York, para aterrizar a las 10:24 de la noche (5:24 horas de New York) del 21 de mayo en el aeropuerto de Le Bourget, en París, luego de recorrer en 33 horas y 32 minutos, por vez primera en la historia, solo -es decir, acompañado solo del “Espíritu de San Luis”- y sin escalas, el trecho de mar y tierra de aproximadamente 5 800 km entre las dos ciudades.

Acerca del recibimiento nocturno en la capital francesa, que fue apoteósico, Lindbergh escribió. “Me encontré sumergido en una vida que difícilmen­te habría sido más asombrosa si hubiese aterrizado en otro planeta en lugar de hacerlo en París”.

Para su regreso, el presidente Calvin Coolidge envió el crucero Memphis, de vuelta en New York con Lindbergh y el aeropla­no, el 11 de junio. Dos días después, el héroe recibió el ascenso a coronel; y el 16, el Premio Raymond Orteig, de 25 000 dólares, conferido al primer aviador que cruzara el Océano Atlántico en un vuelo sin escalas.

El arribo a La Habana del Águila Solitaria, como también se conociera a Lindbergh, el 8 de febrero de 1928, estuvo caracterizado por la enorme espectacularidad que su presencia y la del avión causaban dondequiera. Llegaría procedente de Port-au-Prince, Haití, y atravesaría la Isla a todo lo largo. El Heraldo de Cuba auguraba que:

“Vibrante de entusiasmo, poseído de la más intensa emoción, prepárase La Habana para recibir al más grande aviador de los tiempos modernos: al coronel Lindbergh”.

A las 3:37 de la tarde del 8 de febrero de 1928 descendía en el campo de aterrizaje de Columbia, en medio de los atropellos con que la policía la emprendió contra los periodistas, fotógrafos y espectadores allí presentes, sin justificación alguna y ante los ojos del visitante.

 

Lindberg

 

Lindbergh expresó:

“Volé sobre La Habana a unos 300 metros, y le aseguro que desde el aire es maravilloso el espectáculo de la ciudad. La arquitectura difiere mucho de la de las demás ciudades que he visitado, y las fortalezas coloniales se destacan con suma preeminencia en medio del paisaje”. Estas declaraciones se corresponderían con otras en las cuales descri­bía a la capital como “una ciudad sui generis”.

Los días de Lindbergh en Cuba resultaron agitados: hubo recepciones en la embajada de su país; fiesta en el selecto Havana Yacht Club; entrega de las Llaves de la Ciudad en el Parque Central; un banquete e imposición de la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes.

En la madrugada del día 13 de febrero se alzó en su avión con destino a San Luis, Estados Unidos, donde aterrizó quince horas y 36 minutos después.

Lindbergh murió en 1974, a los 72 años. Lo sobrevive su leyenda.

Galería de Imágenes

Comentarios