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La larga odisea del pueblo iraquí

3 de enero de 2020

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Si algún pueblo del sufrido Medio Oriente ha debido pagar en los últimos tiempos una elevada cuota de sangre y sufrimiento, junto a la destrucción económica y social de su país otrora próspero y pujante, ese ha sido el pueblo iraquí. Es, en ese sentido, comparable a las tragedias que atraviesan en la misma región Siria, Yemen o Libia.

La ambición hegemónica del imperialismo internacional, encabezada por el insaciable Estados Unidos, es sin duda la causa fundamental de tales acontecimientos fatales, conectados en segundo lugar con otros factores de carácter étnico, religioso y territorial que han sido oportunamente explotados por ese mismo imperialismo internacional para agravar cualquier tipo de contradicción, fragmentar a todos los actores en juego y obtener así las ventajas deseadas.

A Iraq le correspondió ser víctima en marzo de 2003 del brutal y masivo ataque lanzado por el régimen de Bush hijo bajo el falso pretexto de que poseía supuestas “armas de destrucción masiva”, una gigantesca mentira que sus propios autores han confesado con posterioridad y que las diversas misiones de observación ya habían descartado con anterioridad.

Evidentemente, se trató de un plan diseñado desde mucho antes por el gobierno imperialista de Estados Unidos, que había quedado inconcluso tras la llamada Guerra del Golfo y ahora se decidía culminar.

Al margen de tropiezos y errores de gobiernos anteriores, fue en este momento donde comenzó con rasgos más dramáticos y terribles esta larga odisea del pue3blo iraquí que no concluye aún, más bien se agrava y es utilizada de manera perversa por los ocupantes yanquis, cuyas bases militares permanecen en el país y son fuente adicional de humillación, conflicto y desestabilización.

Queda cada vez más obvio que la creación del llamado Estado Islámico, su financiamiento y organización, fue la obra sucia del imperialismo norteamericano y sus servicios especiales con el propósito de poseer un instrumento que les facilitara la posterior intervención militar y ocupación de esa zona, con fines de explotación y saqueo económico y de posicionamiento estratégico respecto a Rusia, Irán y Turquía.

El desarrollo posterior en la región así lo ha demostrado y ya ni siquiera los medios de comunicación yanquis se esfuerzan en desmentirlo; prueba de ello es que el feroz Estado Islámico nunca desafió ni enfrentó a Israel ni se solidarizó con la causa palestina, dos elementos harto sospechosos sobre sus verdaderos objetivos.

Recientemente los ocupantes yanquis han bombardeado el propio territorio iraquí y anuncian que enviarán más tropas a ese país –suman quince mil hasta el momento– en un esfuerzo por controlarlo totalmente, aprovechando la inestable y compleja situación político-social interna, que tiene su origen en la invasión lanzada por Bush hijo en 2003.

Los pueblos del mundo que han decidido no tolerar las invasiones yanquis tienen en Iraq un claro punto de referencia.

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