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Ya era hora de cambiar

3 de diciembre de 2019

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La “Sociedad de Música Clásica” de 1884. De izquierda a derecha: José Vandergutch, Charles Werner, Tomás de la Rosa, Félix Vandergutch y Hubert de Blanck

La “Sociedad de Música Clásica” de 1884. De izquierda a derecha: José Vandergutch, Charles Werner, Tomás de la Rosa, Félix Vandergutch y Hubert de Blanck

 

Hasta finales de la primera mitad del siglo XIX existía en Cuba tal fanatismo por la ópera italiana, que hasta se realizaban versiones para piano de las más conocidas arias, porque era lo que el público deseaba escuchar en los conciertos; pero al inaugurarse en La Habana la Sociedad de Música Clásica, en 1866, se decidió romper con ese hábito tan cerrado. Al tema, dedicaré mi comentario de hoy.

En el primer concierto organizado por la mencionada Sociedad, se interpretaron: un Cuarteto de Haydn; un Trío de Rubistein con arreglo para cuarteto de Nicolás Ruiz Espadero de quien también se escuchó un Ave María; y la Séptima Sinfonía de Beethoven, en arreglo para pequeña orquesta. A partir de ese momento, la mentalidad de los músicos más prestigiosos comenzó a cambiar.

En 1872, el maestro Salcedo fundó en Santiago de Cuba la Sociedad Beethoven, y ya en 1888 existía allí una Sociedad de Música de Cámara; fue por eso que el propio Salcedo pudo realizar un concierto dedicado a Beethoven con éxito, pues el gusto del público había evolucionado, y aunque aún se interpretaban arias de ópera, también se podían escuchar obras de Mendelssohn, Rubinstein, Chaikowski, Saint-Saëns, Bach, Grieg, y tantos otros compositores importantes de siglos anteriores.

En los primeros años del siglo XX se crearon los Conciertos Populares y en 1907, al no existir aún orquestas sinfónicas, una pequeña agrupación musical ejecutó la Sinfonía Militar de Haydn, la obertura Leonora y la Danza Macabra se Saint-Saëns.

Es en medio de esta transformación musical cuando surge un músico cubano que marcó la historia: Guillermo Tomás, quien al crear y dirigir la Banda Municipal de La Habana, se propuso que ésta alcanzara la calidad y el prestigio de la de la Guardia Republicana de París, que entonces era un ejemplo a imitar. De este modo, realizó ciclos dedicados al importante compositor alemán de ópera Richard Wagner; organizó festivales con grandes obras de Scarlatti, Gluck,Pergolessi, Cesar Franck, Debussy… y hasta organizó una Orquesta Sinfónica, en 1908, que aunque ofrecía conciertos de manera irregular, logró atrapar la atención del público. Aunque con influencia europea, Tomás creó un catálogo de obras que incluye partituras de genuina cubanía, como sus Danzas íntimas y Esbozos de mi tierra, por sólo mencionar dos.

Entre otros músicos de esa época que marcaron la historia, podemos mencionar a Nicolás Ruiz Espadero, quien fuera profesor de Cecilia Arizti e Ignacio Cervantes; José Manuel (Lico) Jiménez, quien estudió en el Conservatorio de París a pesar de ser negro y hasta tuvo el privilegio de ser escuchado por Wagner, pero en Cuba fue víctima de los prejuicios raciales; José White, violinista y compositor mulato de excelencia que también estudió en París Eduardo Sánchez de Fuentes, compositor de páginas tan conocidas como su habanera “Tú”; José Maury, autor de la ópera “La esclava” que, aunque tenía influencia italiana, fue el primero en escribir una ópera de aliento nacional, con géneros musicales cubanos.

En ocasiones posteriores, me referiré a los músicos mencionados con mayor amplitud.

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