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Colombia y el estallido social

25 de noviembre de 2019

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Las grandes manifestaciones de protesta contra el neoliberalismo, que se han escenificado en las últimas semanas en países de Latinoamérica, llegaron a Colombia donde, además del gran paro nacional, y de forma inédita, se produjeron los «cacerolazos» propios de otros estados.
Alguna prensa habla de «contagio», pero la verdad es que la nación colombiana parece cansada ante tantos problemas económicos y sociales, así como por haberse revertido el proceso de paz que el anterior gobierno había logrado con la guerrilla.
Resulta que Iván Duque, o más bien quien está tras él —Álvaro Uribe— se ha empeñado en una política despojada de todo raciocinio, con preferencia en mantener y alentar la intromisión en los asuntos internos de la vecina Venezuela, en vez de prestar cuidado prioritario a la situación social de los colombianos.
Duque, tras el paro nacional y las grandes marchas pacíficas del 21 de noviembre, se ha presentado ante la televisión con discursos que parecen copias fieles de los de Sebastián Piñera, en Chile.
Han sido palabras vacías de contenido, con un baño hipócrita de democracia y derechos humanos, y de supuestos compromisos con el diálogo.
Pero el pueblo sigue en las calles, no solo en Bogotá, la capital, sino en ciudades importantes como Medellín —la cuna de Álvaro Uribe—, a quien como presidente del país se le recuerda por su total rechazo a los acuerdos de paz con la guerrilla, y sus sospechosos vínculos con el narcotráfico y los paramilitares colombianos.
Iván Duque, el actual mandatario, llegó a la presidencia representando al partido Centro Democrático, creado por Uribe en 2013 y que aún es su líder.
No pocos medios y analistas del tema, hablan de que Duque es un segundón de Uribe y que, en realidad, quien tiene las riendas del país es este último, actuando desde la sombra.
Hace nueve años que Uribe abandonó el palacio presidencial Casa de Nariño, pero su «mano dura» contra la guerrilla, y su «mano suave» con los cárteles de la droga, así como su condición de millonario beneficiado con grandes empresas, principalmente mineras, las que «compró» durante su mandato, de forma directa o a través de aliados, tiene protagonismo en la sombra.
Un reportaje divulgado por Telesur, refiere que «en su historial está vinculado a los tradicionales factores de injusticia social, desigualdad, terrorismo de Estado, narcotráfico y corrupción».
No es casual que el actual paro nacional, aceptado de forma inédita por todos los gremios, parezca más que todo, una condena contra ese «Uribe» que mueve los hilos del poder tras bambalinas, y por añadidura contra quien lo representa, el actual mandatario, Iván Duque.
Ahora Colombia se integró al gran estallido social que ocurre en América Latina, y bien podría aplicarse a Iván Duque y a su jefe Álvaro Uribe, el refrán «cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo».

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