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Leyenda y paradigma

1 de octubre de 2019

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Hoy voy dedicar mi comentario a un músico cubano que ya no está entre nosotros, pero dejó una huella imborrable en la cultura musical cubana y, en especial, en el jazz. Me refiero a Emiliano Salvador, quien se ha convertido en leyenda y paradigma entre los cultivadores del denominado jazz latino.

Emiliano no nació en La Habana, pues su tierra natal fue Puerto Padre; pero tuvo la suerte dar sus primeros pasos en la música junto a su padre, y de poder trasladarse a la capital cubana, desde muy joven, para estudiar en la Escuela Nacional de Arte (ENA), piano y percusión. Además, fue alumno de armonía, orquestación y composición de dos maestros geniales: Federico Smith y Leo Brouwer, quien lo vinculó al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Todo esto, le permitió desarrollar su talento innato para la improvisación pianística, comparable sólo a la de los grandes jazzistas del mundo, porque concebía el piano como una orquesta.

Conocedor profundo de los clásicos de la pianística cubana, recreó en su obra el espíritu de la contradanza y la danza; pero los códigos norteamericanos los aprendió cuando formó parte del Grupo de Experimentación Sonora donde formó un quinteto. Y no podemos olvidar a cantantes a quienes acompañó como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Chico Buarque, y tantos otros.

Las obras de Emiliano Salvador tienen un sello personal, un estilo propio e inconfundible. Sin embargo, no existen muchas grabaciones suyas, algo que lamento; pero son interpretadas por jazzistas de fama internacional que le han reconocido como un creador comparable a Monk, Coltrarne, Miles, Mc Coy, y otros clásicos del jazz.

El talento para improvisar en el piano, como si éste fuera una orquesta, evidencia que Emiliano dominaba el contrapunto y la armonía, elementos que utilizaba para lograr resultados increíbles que, sumados a su talento y lirismo naturales, lograban asombrar a todos, le han otorgado un lugar excepcional en la cultura musical cubana y le ubican, cronológicamente, entre otros dos jazzistas cubanos brillantes: Chucho Valdés y Gonzalito Rubalcaba. Un detalle a destacar es que se interesó mucho por los pianistas cubanos pero, sobre todo, por Peruchín Jústiz y Frank Emilio. Cuando a este último se le ofreció un homenaje en el teatro Karl Marx, Emiliano tocó a tres pianos junto a Frank y a Chucho Valdés. Pero de tan importante acontecimiento, no ha quedado ningún testimonio, algo lamentable.

Por todo cuanto aportó este gran artista a nuestra música, se ha convertido en una leyenda y un paradigma del jazz latino.

Emiliano Salvador falleció en 1992, luego de triunfar en Europa, Canadá y América Latina.

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