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¡Bólido! (II)

8 de febrero de 2019

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Las colisiones meteóricas son fenómenos comunes a todos los astros del Sistema Solar.  En casi todos los planetas, satélites y asteroides cuya superficie ha podido estudiarse, se han observado cráteres de impacto. La presencia de una atmósfera planetaria muy tenue, o la carencia total de ella, tal y como ocurre en la luna, no causa la destrucción de los cuerpos cósmicos; por ello, el número de cráteres que se observan en la superficie de los asteroides o en los satélites planetarios es muy elevado.

El evento ocurrido en el occidente de Cuba el 1 de febrero de 2019 tuvo su expresión inicial como un fotometeoro visible en plena luz del mediodía, destacándose contra el cielo despejado. Esto indica su elevado brillo, bien fuera por el tamaño del objeto, o por la baja altitud en la que se desintegró.

A más de lo anterior, los testigos escucharon una sucesión de detonaciones percibidas a lo largo de una amplia extensión geográfica. Según la Agencia Cubana de Noticias, la perceptibilidad alcanzó los municipios de Consolación del Sur, Minas de Matahambre, Viñales, San Juan y Martínez, y Pinar del Río (capital provincial). Sin embargo, aún no ha sido posible precisar el campo de dispersión de los fragmentos ni la orientación de su eje.

Es oportuno precisar que una parte de las detonaciones se originaron en el aire, y que otras fueron replicas, debidas al eco que aparece cuando las ondas sonoras rebotan de forma múltiple contra las formas del relieve terrestre y las construcciones.

Cuando los meteoros producen este tipo de efectos, se denominan “bólidos”. Como quizás se recuerda, precisamente en febrero 15 de 2013 un enorme bólido causó conmoción y grandes daños en la región de Cheliabinsk, Rusia, incluyendo heridas a muchas personas.

Debe evitarse a toda costa decir que los meteoros “explotan”, pues en ellos no existe material explosivo en sentido estricto. Los estampidos son causados realmente por el tren de ondas de choque generadas mientras el meteoro se mueve por la atmósfera a velocidad supersónica, y no porque se produzca literalmente una explosión al interior del cuerpo cósmico. Las vibraciones de la onda de choque también hacen trepidar las edificaciones, y esa es la razón por la que algunas personas creen que, de conjunto con el meteoro, ha ocurrido un sismo.

A finales del siglo XIX la dinámica de las ondas de choque no era un fenómeno bien caracterizado. Esta clase de efectos pudieron explicarse con precisión atendiendo a sus causas aerodinámicas, a partir de los experimentos balísticos realizados en el marco de la Primera Guerra Mundial (1917-1919). Hasta entonces, prácticamente todos los astrónomos opinaban que los bólidos eran meteoros que “explotaban” en el aire.

Los bólidos resultan de cuerpos cósmicos que se fragmentan en la troposfera, al parecer debido a la propia acción aerodinámica y la “infiltración” de aire a muy alta presión dentro de su constitución física original. Así aparece en un estudio del citado evento de Cheliabinsk, publicado en la revista Meteoritics and Planetary Sciences. Ese fenómeno tiene el doble resultado de producir detonaciones múltiples, al tiempo que se desintegra la masa meteórica y se dispersa en incontables fragmentos que caen a tierra como una “lluvia de piedras”. Así se le ha llamado desde la Edad Media.

Precisamente, la primera reseña histórica documentada en relación con “una piedra caída del cielo” aparece fechada en 1492, y se refiere a un acontecimiento ocurrido el 10 de noviembre de ese año en los alrededores de la localidad de Einsisheim, Alsacia, en Francia.  Sin embargo, solo en 1803 comenzó a ser aceptada la idea de que estas “pie­dras” tenían un origen extraterrestre.

La potencia desarrollada por las colisiones meteóricas excede en muchos casos toda comparación. Se ha calculado que la onda de choque generada por el evento meteórico del río Tunguska, en Siberia, ocurrido el 30 de junio de 1908, liberó un volumen de energía equivalente a 50 mil billones de Joules.

Los meteoritos tienen origen cósmico, y a pesar de compartir el término meteoro, nada tienen que ver con tormentas, tornados, rayos u otros sistemas meteorológicos.

Finalmente, para llegar a conclusiones definitivas acerca del fenómeno acaecido el 1 de febrero de 2019, deberá esperarse el informe que emitirá un grupo de trabajo constituido por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente cubano, liderado por nuestro Instituto de Geofísica y Astronomía (IGA). Zulia Bárcenas, Vicedirectora Científica, así lo explicó al diario Juventud Rebelde. El IGA es la institución oficial facultada para emitir notas y avisos acerca de eventos astronómicos en Cuba, y su autoridad debe ser respetada por todos.

Agregamos una tabla que incluye datos fundamentales de los tres primeros meteoritos cubanos, conocidos históricamente.

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