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Unas cosas dicen, otras hacen

15 de enero de 2019

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Ayes lastimeros se han levantado por ciertos elementos que se autocalifican de humanitarios, luego de que los kurdos que participan en la agresión a Siria (no todos los kurdos lo hacen) se quejaron de que Estados Unidos los había traicionado, al anunciar el retiro de sus tropas del norte del país árabe.

Pero lo cierto es que, hasta el momento, esto no sólo no ha acaecido, sino que se contradice con el envío de más soldados norteamericanos, el apoyo a terroristas que se mantienen ocupando la provincia noroccidental de Idlib y el esgrimir el establishment estadounidense la carta kurda para presionar a Ankara con la amenaza de ayudar a crear el Kurdistán, con territorios sirio, turco e iraquí.

El imperialismo y sus cómplices de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y de la región del Medio Oriente han creado un “agujero negro” en Siria, hasta ahora difícil de hacer desaparecer, independientemente de la disposición y buena preparación del Ejército sirio y sus aliados, ruso, iraní y libanés.

Tal “agujero”, por así llamarlo, está alentado no sólo por la presencia de tropas norteamericanas en el norte y las continuadas agresiones israelíes en el sur y este, sino también por soldados italianos, franceses y británicos, así como elementos mercenarios que regresan a la zona para estar al servicio de Estados Unidos.

En las últimas horas, Damasco ha estado recuperando posiciones, pero esto es insuficiente para hacer desaparecer el peligro real de escisión que amenaza a Siria, por lo que, estimo, sería necesaria estudiar una solución militar drástica contra los agresores, quienes han agregado la amenaza nuclear a su arsenal de armas químicas, mientras utilizan bombas de fósforo.

Damasco, la capital, está siendo amenazada constantemente por ataques de Tel Aviv, lo que lleva a la conclusión de que hay que buscar a toda costa el mantener fronteras seguras.

En todo esto hay que tener en cuenta la altura política que está demostrando Siria y la determinación de su pueblo de resolver el conflicto creado hace casi ocho años por la injerencia imperialista, con centenares de muertos, millones de desplazados y la destrucción de gran parte de la infraestructura.

Esto no es nuevo, sino que se ha estado practicando desde hace décadas en Latinoamérica, África, el Medio Oriente y Europa del Este.

A veces por intereses militares, financieros o estratégicos, y otras por ansias expansionistas o en respuesta a intereses de entidades supraestatales y diferentes oligopolios y lobbies globalistas.

Siria junto a su pueblo y ejército lleva resistiendo y encarando lo que muy pocos pueblos han podido aguantar sin romperse y ser completamente destruidos. Pudo haber protestas, legítimas además, que fueron aprovechadas por los enemigos de siempre de los pueblos. Pero no es una guerra civil y jamás lo fue.

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