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La verdadera energía

7 de diciembre de 2018

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Creo haber dicho anteriormente que a la motivación con mucha frecuencia se le mal denomina como “energía psíquica”, lo cual es un barbarismo porque hasta ahora la ciencia no ha descubierto tal tipo de energía. La telepatía, las premoniciones y otras supuestas formas de esta llamada energía son parte de la parapsicología, que estudia los fenómenos supuestamente psíquicos que las ciencias no explican aún, aparte por supuesto de los timadores y charlatanes que manipulan a incrédulos.

Pero volviendo a la motivación, les puedo decir que es sin dudas un asunto de vital importancia para todos, porque si no estás motivado, entonces no tienes deseos de hacer esto o aquello y te inmovilizas. Decimos frases como “no tengo deseos de ir a esa fiesta”, demostrando que estamos desmotivados, lo cual tiene una razón que tal vez sepamos o no también puede ser que no nos damos cuenta, pero de seguro en ese lugar hay algo o alguien que nos quita el deseo de ir.

También podemos generalizar y decir “no sé que en pasa en estos días pero estoy desanimado, sin deseos de hacer lo que siempre hago”, y ahí la situación seguramente es más grave porque se puede observar una pérdida de interés general que significa que tenemos un problema más grande y grave que nos lleva a esta falta de motivación general.

Los seres humanos, para realizar algo, actuar, tener cualquier tipo de conducta debemos tener motivación, que significa que estamos dispuestos a transitar por el camino que nos lleva a obtener la meta propuesta, y esto vale tanto para las grandes cosas como para las cosas cotidianas. No quiero que se piense que solo las grandes y altas metas precisan de motivación, sino que cualquier actuación, cualquier cosa que queremos alcanzar pasa por las diferentes etapas del proceso motivacional, que comienza con definir la meta, seguido de evaluar los recursos con que contamos, después definir estrategias para alcanzar la meta, la propia actuación y finalmente la obtención de la meta.

Para que sea sencillo entenderlo, les pongo un ejemplo personal; a mí me gusta cocinar y los domingos, que es el día que tengo más tiempo y la familia está reunida, cocino algún plato especial, y entonces –siguiendo las etapas que describí arriba– comienzo escogiendo el plato que voy a cocinar (definir la meta); evalúo mis recursos que son el tiempo que tengo para comprar los productos, si están disponibles en el mercado, con cuánto dinero cuento; y sigo con en qué momento compro esos productos o si le pido a mi hija que lo haga. También puede ser que defino si voy a usar el horno, tengo que verificar si está en condiciones de ser utilizado (estrategia) y el domingo pongo manos a la obra y me levanto con un cronograma en mi mente de todo lo que tengo que hacer y lo hago (actuación), y al final sirvo la mesa y los demás me dirán si logré mi objetivo, que es hacer una comida deliciosa. Si no lo logré completamente (me faltó o puse de más un ingrediente) voy a un último paso que no había dicho anteriormente, porque no siempre se pasa por el mismo y es el esfuerzo volitivo, o sea, la próxima vez hago un esfuerzo mayor, para lo que preciso analizar en qué me equivoqué, superando los errores que cometí.

Y así es el proceso de aprendizaje motivacional que como verán no tiene nada de la supuesta magia que le quieren insuflar los que hablan de energía, como si fuera un elemento que solo pueden poseer unos cuantos “elegidos” o que requiere de un don especial, sustentado en que hay que estar alegre, eufórico como por arte de magia, sino que es un proceso muy humano que requiere tener los pies muy bien puestos sobre la tierra y mucho esfuerzo y trabajo.

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