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La música en Cuba durante la conquista (IV)

13 de noviembre de 2018

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Comentaré hoy, como prometí, sobre el comportamiento de la música en nuestro país, con la llegada del siglo XVII, cuando la industria azucarera había alcanzado notable desarrollo y el puerto de La Habana adquirió gran importancia, razón por la cual el obispo Armendáris dispuso el traslado de la catedral de Cuba para esta ciudad, en 1612.

Consecuencias muy serias trajo para la Catedral de Santiago de Cuba la decisión del obispo, pues la música empezó a caer en un total abandono: el coro solo contaba con dos chantres y algún que otro instrumentista local con un salario tan bajo que duraban muy poco en su plaza; por otra parte, no existían libros de canto llano, aunque se hicieron algunas gestiones para conseguirlos en México. Y mientras tanto, ¿cuál era la situación de La Habana?

Se construyó una iglesia de mampostería que contó con cuatro chantres, y las festividades religiosas cobraban cada vez mayor esplendor. Pero también la música profana entró en los templos por lo que, a mediados del siglo XVII, el obispo Vara Calderón se vio obligado a prohibir los bailes públicos dentro de los templos y el alquiler de negras y mulatas (denominadas plañideras) para que gimieran en esos recintos con motivo de funerales.

Mención aparte merece la Fiesta del Corpus, de origen medieval, cuya tradición duró hasta principios del siglo XIX y en la que había gigantes, monos, enanos, gitanos, gitanas, y la gigantesca tarasca, una serpiente con cuerpo de mujer. También la música y la danza estaban presentes acompañados por instrumentos musicales y se crearon las denominadas invenciones. A todo esto se sumaron juegos y un carro triunfal. Era una mezcla de procesión y comparsa, y no hay duda de que nuestro teatro nació de esta festividad.

Respecto a la enseñanza de la música, existen testimonios de que en 1605 había un maestro que impartía lecciones de órgano y canto. Se llamaba Gonzalo de Silva.

Y mientras la catedral de Santiago de Cuba se encontraba en absoluto abandono, en 1612 se instaló un órgano en la Parroquial Mayor de La Habana. Y para garantizar la presencia de cantores instruidos, se escogieron niños para estudiar en el Colegio San Ambrosio, donde, además, se les preparaba para convertirse en futuros servidores de la iglesia. Sin embargo, la enseñanza allí era deficiente.

Pese al desarrollo alcanzado por La Habana, don Fernando Ortiz escribió en su libro “Clave Xilfónica” lo siguiente: “La Habana fue, como lo ha sido siempre todo puerto marítimo frecuentado, famoso por sus diversiones y libertinajes, a los que se daba en sus luengas estadas la gente marinera y advenediza de las flotas. /…/ Cantos, bailoteos y músicas fueron y vinieron de Andalucía, de América y de África, y La Habana fue el centro donde se fundían todas con mayor calor y más polícromas irisaciones”.

Continuaré incursionando, en mi próximo comentario, sobre la música en Cuba durante la conquista.

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