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¡Quién se lo iba a imaginar!

29 de octubre de 2018

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A pesar de estar como diputado desde hace 28 años, el ultrarreaccionario Jair Bolsonaro no “pintaba” como un candidato presidencial, y menos por un partido, el Social Liberal, que apenas tema dos curules ocupados en el Congreso, siendo uno el de él.

Pero al Impero le faltaba un individuo que no se le conociera como corrupto, permeado a toda las ideas que la oligarquía nacional y otros entes de derecha quisieran endosarle, para darle un golpe mortal al Partido de los Trabajadores, mantener a Lula en prisión y ocupar privadamente cada una de las empresas estatales.

Todo esto desde el punto de vista político-económico, porque en el ideológico significaba el control del mayor país suramericano por la ola fascista que está envolviendo a la región, con apenas algunas excepciones, Además, la ruptura de los programas sociales que no les interesa a los acaudalados y la posibilidad de encerrar a Venezuela en un cerco más estrecho, con Guyana y Colombia como acompañantes.

Fernando Haddad candidato del PT, quien en la segunda vuelta contó con algo más del apoyo del resto de la izquierda, quedó a unos diez puntos porcentuales detrás del reaccionario, poco elocuente y balbuceante individuo que será Presidente de Brasil, posiblemente a partir de la noche de este lunes, según anunció el golpista Michel Temer, quien como vicepresidente ayudó a gestar el golpe judicial contra la presidenta Dilma Rousseff.

La victoria de Bolsonaro, quien siempre se destacó por sus insultos a mujeres, negros (su actual suegro es negro) y homosexuales y por su defensa de la dictadura militar (1964-1985), le ayudará a poner en práctica sus propuestas de flexibilizar el porte de armas y sus denuncias contra la corrupción, como única alternativa ante una población hastiada de la violencia y los escándalos.

En un país donde casi 64 000 personas fueron asesinadas en el 2017, Bolsonaro estuvo a punto de convertirse en una víctima más el 6 de septiembre, cuando un ex militante de izquierda le asestó una puñalada en el abdomen durante un mitin electoral.

El atentado lo humanizó a ojos de muchos electores y la convalecencia le dio un argumento suplementario para ausentarse de los debates televisivos, a los que ya era reticente, porque, realmente, no tenía argumentos válidos ante sus adversaros.

La propaganda a su favor de los principales medios de comunicación, el pago millonario de quienes lo apoyan para difundir información falsa sobre Haddad y el manejo de algunas máquinas electrónicas de conteo de votos aseguraron su éxito, además de que el Trtibunal Supremo Electoral nunca tomó en cuenta la denuncia fundamentada sobre el fraudulento manejo de las redes sociales.

Según el diario Folha de S. Paulo, varias empresas financiaron ilegalmente su candidatura, comprando miles de paquetes de mensajes de WhatsApp para hacer campaña a su favor y difamar a su adversario.

Bolsonaro ya nombró a su “superministro de Economía”, Paulo Guedes, un Chicago voy ultra liberal, que tranquiliza a los inversores, por lo cual los mercados están a la expectativa de la rápida implementación de una serie de cambios, y esperarán hasta que el nuevo mandatario muestre su compromiso con las reformas de pensiones y la ley tributaria.

Ovar Hartmann, profesor de Derecho Público en la Fundación Getulio Vargas de Rio de Janeiro, estima que Bolsonaro representa “una amenaza” para la democracia. “Para Bolsonaro, quienes cometieron un crimen (o parecen cometerlo N. de la R.) dejan de merecer el reconocimiento de sus derechos constitucionales”, y agrega: “Así empezó el nazismo”. “Creo que, si la Constitución sobrevive a una Presidencia de Bolsonaro, podrá sobrevivir a cualquier cosa”, concluyó.

Con Bolsonaro como presidente de Brasil, esta potencia regional de 209 millones de habitantes se suma a una corriente de dirigentes ultranacionalistas que llegaron al poder por las urnas, cuestionando la globalización y los derechos cívicos.

El mandatario dijo estar cansado de que se ataque a naciones amigas como Estados Unidos, Israel e Italia, a lo que en enseguida le contestó Mateo Subvino, primer ministro italiano: “¡Brasil también cambia! ¡La izquierda derrotada, soplan nuevos vientos!”.

Bolsonaro mostró posiciones próximas a las del estadounidense Donald Trump, al evocar el traslado a Jerusalén de la embajada brasileña en Israel y colocando al gobierno socialista venezolano en el foco de sus críticas.

Por lo pronto, la izquierda subrayó que permanecerá unida y firme ante los embates de la ultraderecha y que al gobernante fascista –fascista ignorante, le dicen– le va a costar mucho trabajo que el país regrese a la época de la dictadura.

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