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El ajedrez brasileño

20 de septiembre de 2018

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Tras la injusta e ilegal impugnación al derecho del candidato Luiz Inazio Lula da Silva a la aspiración presidencial por el Partido de los Trabajadores (PT), el ajedrez electoral brasileño se hace más complicado e impredecible. El candidato vice presidencial Fernando Hadad –ex ministro de educación y ex prefecto de Sao Paulo– sustituirá a Lula en la citada candidatura.

El escenario anterior estaba prácticamente decidido y ello aterrorizó a la oligarquía brasileña y al imperialismo norteamericano, que desde hace tiempo vienen elaborando y poniendo en práctica para eliminar definitivamente al PT de las posibilidades de gobernar al inmenso país.

Diferentes encuestas del más variado signo llegaron a predecir la elección de Lula en la primera vuelta electoral con más de 50 millones de votos, aún más que los recibidos por Dilma Roussef en los comicios de 2016. Tal perspectiva llevó a los jueces involucrados en la trama a  negar las posibilidades electorales del carismático líder metalúrgico, que tras dos mandatos presidenciales sigue siendo el dirigente político y social con mayores simpatías y preferencias del pueblo brasileño.

Como decíamos, la imposibilidad del aspirante Lula por lograr un triunfo electoral prácticamente seguro determina un nuevo escenario de mayor complicación, ante la posibilidad de que el candidato de la extrema derecha –el ex militar Jair Bolsonaro– pase a la segunda vuelta electoral y en ese caso tenga que enfrentarse a Hadad o a Ciro Gomes (centroizquierda).

Sería entonces una inesperada disyuntiva para los partidos de la derecha tradicional, que organizaron y ejecutaron el golpe de estado parlamentario-jurídico-mediático contra la presidenta constitucional Dilma Roussef y comenzaron a aplicar el libreto que debía culminar con la liquidación del PT, de Dilma y de Lula.

La posibilidad de tener que compartir un futuro gobierno federal con los fascistas de Bolsonaro no deja de inquietar al MDB y al PSDB, hoy sumidos en el mayor de los descréditos y desprestigios por ser baluartes del ilegal y corrupto régimen encabezado por Temer.

De todos modos, parece inevitable que haya que esperar por los resultados de la primera vuelta electoral del 6 de octubre para tener una idea más precisa de lo que pueda ocurrir en el futuro brasileño, más exacto aun para la segunda vuelta del día 26 del propio mes.

Simultáneamente, la situación económica y social del país se deteriora irreversiblemente, el régimen golpista entrega las riquezas nacionales, crecen el desempleo y los despidos, se reducen o desaparecen los programas sociales y la pobreza –sobre todo rural– crece en emulación con la vecina e igualmente sufrida Argentina.

En Brasil se juega un complicado ajedrez político que, con vistas hacia el futuro, pudiera ser peor.

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