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Una voz llegó de Haití

18 de septiembre de 2018

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mjc

 

Allá por los años 60, de la pasada centuria, escuché cantar por primera vez a una mujer, cuyo timbre vocal aún no he olvidado. Se llamaba Marta Jean Claude, y era haitiana. Algunos años después el destino quiso que la conociera, personalmente, cuando comencé a trabajar como especialista en la Agrupación Nacional de Conciertos (actual Centro Nacional de Conciertos), institución a la que ella pertenecía con su grupo Makandal. Hoy le dedicaré mi comentario.

En nuestros viajes por el interior del país, Marta y yo conversamos mucho, sobre su origen, su formación y trayectoria profesional, sus inicios en la música, su llegada a Cuba… Fueron infinidad de diálogos en los que siempre estaban presentes sus ancestros y su amor por nuestro país, al que ella había llegado a inicios de 1953, por estar casada con un cubano y porque en Haití la acusaron de comunista; incluso, durante el embarazo de su hija Sandra, estuvo presa.

Sobre los inicios de su historia, usted debe saber que Marta Jean Claude se educó en una escuela de monjas, donde aprendió cantos gregorianos, romanzas francesas, y todo un repertorio muy lejano a su identidad. Un día me dijo: “Fui solista de la Catedral de Haití y me llevaban a cantar a la radio los días señalados de la liturgia católica”.

Pero esta haitiana sentía que eso estaba lejos de sus intereses, por lo que durante los meses de vacaciones, aprovechando su estancia en la casa familiar situada en las montañas, aprendió las canciones folclóricas y, por las noches, acompañaba a los campesinos que iban al vodú. “Vi sus ritos, sus fiestas, sus ceremonias, y aprendí los cantos, bailes y ritmos”. Yo había conocido que el vodú es una religión haitiana, a través de los textos de Alejo Carpentier, pero con Marta aprendí otros detalles relacionados con sus deidades, sus ceremonias, sus jerarquías, y me encantaba escucharla entonar canciones preciosas que le recordaban a sus ancestros, aunque yo no entendía sus textos.

 

Martha Jean claude in Montreal

 

Marta Jean Claude escogió el nombre de Makandal para su grupo musical, porque evocaba al personaje haitiano y rebelde que inspiraba el patriotismo de su pueblo, aún después de muerto, cuando –según la leyenda– aparecía como un fantasma para incitar a la lucha. Excepto Linda, que se convirtió en una soprano de excelencia, sus hijos Richard y Sandra, formaban parte de Makandal, acogido con cerrados aplausos donde quiera que se presentaran, porque en escena, Marta se transformaba en una especie de reina o deidad mitológica, que envolvía con la magia de su voz a los espectadores. Sin embargo, no quedan muchas grabaciones, y nuestros medios de difusión no la incluye en sus programaciones.

Aunque no creo que la generación cubana actual conozca quién fue Marta Jean Claude, ni la haya escuchado cantar, confío en que algún día se rescate a esta mujer haitiana, portadora de una identidad que tanto tiene que ver con nosotros, y que por amar tanto a Cuba, pasó la mayor parte de su vida aquí, regalándonos su arte.

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