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Nace el compositor y director de orquesta austríaco Gustav Mahler

29 de marzo de 2013

Entre las efemérides musicales del 7 de julio, se destaca con especial importancia la que se refiere al nacimiento, en 1860, del compositor y director de orquesta austríaco Gustav Mahler.
Mahler fue, quizás, uno de los músicos más menospreciados durante las primeras décadas del pasado siglo, hasta el punto de que en el período comprendido entre las dos guerras mundiales, era prácticamente imposible escuchar una obra suya fuera de Alemania, Austria o los Estados Unidos. Por ello, dos generaciones de oyentes se formaron en la creencia de que las sinfonías de Mahler eran “interminables, áridas y monstruosas en su dilatación de las escalas de tiempo convencionales”, desoyendo las advertencias de quienes aconsejaban escucharlas honradamente, sin prejuicios ni ideas preconcebidas.
Pero lo mismo había sucedido con Brahms, cuya defensa constituía allá por la década de los treintas, una muestra de snobismo; de Anton Bruckner se criticaba lo que fue dado en llamar “su vulgaridad”, sin conocer siquiera la real ternura de muchas de sus páginas. Y así, una suerte de tabú alejó de las salas de concierto, durante muchos años, a tres de los compositores más representativos de la segunda mitad del siglo XIX.
Afortunadamente, hacia la década de los años cincuentas, el director de orquesta Bruno Walter, quien fue amigo y discípulo predilecto de Mahler, prosiguió su cruzada mundial a favor de la obra del maestro, encontrándose cada vez con públicos más sorprendidos ante la importancia de ese legado mahleriano. Y es que lo que se daba por trivial en las sinfonías del maestro austríaco, se acepta hoy como una manifiesta voluntad de utilizar elementos populares (y hasta populacheros) en sus obras, con lo cual se estaba mostrando como un auténtico precursor. Por otra parte, se empezó a comprender también que las vastas proporciones de sus movimientos se debían al afán de evitar repeticiones textuales de temas, mediante un amplio mecanismo de variaciones concebidas, a menudo, dentro de la misma sonoridad orquestal.

Por otra parte, si Mahler no hubiese escrito una sola nota en un pentagrama, su talento como director le habría deparado, igualmente, un sitio muy destacado en la historia de la música. Y es que, por su conciencia artística, su espíritu de artesano y su severidad técnica, Mahler y Artur Nikish fueron los dos primeros directores “modernos” en cuanto a la manera de hacer trabajar a una orquesta, partiendo de disciplinas muy poco usuales en su tiempo pero que, después de ellos, se generalizaron donde quiera que se tuvo un respeto por la música.
Y para que se tenga una idea de hasta donde Mahler fue, en rigor, un auténtico precursor, citaré algunos testimonios que, sobre su arte, han ofrecido algunos de los compositores pertenecientes a las más radicales vanguardias del pasado siglo. Pierre Boulez, por ejemplo, dijo: “Considero a Mahler, cada vez más, como una personalidad capital en la evolución de la música occidental”. Por su parte, Silvano Bussotti expresó: “Si intento una definición de Mahler, un superlativo me viene a la mente: ¡el más grande músico de todos los tiempos!”. Y finalizo con un párrafo del español Luis de Pablo, que me parece insoslayable: “Veo a Mahler, dijo Luis de Pablo, como el primer compositor que ha creado una verdadera polifonía de estilos. Es, al mismo tiempo, el primero en romper con la concepción tradicional de la “belleza” en el arte. El propio Schönberg no llegó tan lejos y nunca aceptó que su música no fuera estéticamente “bella”.
Mahler, en cambio, no retrocede ni ante el llamado mal gusto, ya que estableció una nueva dimensión en la cual la fealdad y la vulgaridad desempeñan un importante papel, bajo un empleo controlado y consciente”.
Gustav Mahler nació en Kalischt, territorio de Bohemia, en 1860, UN DIA COMO HOY.