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Afianzando el sionismo

10 de septiembre de 2018

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Nunca como antes un gobierno israelí ha tenido las manos tan libres para hacer y deshacer sobre el destino del pueblo palestino, y así se demuestra cundo el primer ministro Benjamín Netanyahu pide al pueblo árabe que acepte a Israel como un Estado de todo el pueblo judío mundial, reconociendo la legitimidad ideológica e histórica del proyecto de colonización sionista como un “retorno” a sus fuentes.

Volvemos a los orígenes del conflicto entre el colonialismo sionista e imperialista de una parte y el pueblo palestino y las masas árabes del Cercano Oriente por otra, como en el período anterior a 1948. Pero ahora la correlación de fuerzas es completamente favorable al sionismo.

No obstante, en los setenta años transcurridos desde entonces, el Estado israelí no ha podido ejecutar su visión de acabar con los nacionalismos palestino y árabe. Ni ha conseguido con sus políticas opresivas separar a los palestinos que son ciudadanos israelíes del conjunto del pueblo palestino y sus aspiraciones nacionales. Es más, el Estado sionista sigue considerando a los palestinos que viven en Israel, más de un millón, un objetivo en su guerra total.

En este contexto es que surge el plan del presidente norteamericano, Donald Trump, para “resolver” el conflicto árabe- israelí, expuesto sucintamente en junio último y donde maneja a su antojo a Egipto para que ceda zona desértica para un hipotético Estado palestino, a cambio de dejarle la parte jugosa a un sionismo que tiene el control de las principales fuentes de riquezas, la mayor parte no exploradas.

Toda Palestina, desde el Mediterráneo hasta el río Jordán, está hoy bajo control israelí. Parte será controlada indirectamente en el futuro si se aplicase el plan o la “Hoja de Ruta” de EE UU., al surgir un Estado bantustán palestino en el contexto más amplio del apartheid israelí. La posibilidad de un Estado palestino viable en la Palestina histórica ha sido en gran medida impedida físicamente por Israel.

Se hace necesario meditar acerca de que se ha tratado promocionar como algo progresista que se deben instituir dos estados en lo que era Palestina, uno controlado por Israel y el otro por los palestinos, pero esto nunca ha sido aceptado por Tel Aviv.

Pudiera parecer que el rechazo sionista implica que los palestinos tuvieran en esa opción un camino para que se les haga justicia, al sentarse bases para la paz. Pero tampoco es así, porque lo realmente justo -imposible en las actuales circunstancias- es el surgimiento de un Estado que implique una definición laica y no étnica de la ciudadanía y unos valores universales e instituciones sociales de las que Israel carece.

Sigamos meditando. Proponer la solución con dos Estados sólo sirve para que el campo por la paz pueda parecer progresista y justo cuando exige “la división de Palestina en dos Estados iguales para los pueblos judío y palestino”. Se mantiene así la hipocresía de que no existe ninguna contradicción entre un “Estado judío” y la democracia.

Pero ni con esto el actual gobierno sionista aceptará nada que no sea la eliminación de los palestinos, el asegurar que los millones de refugiados no regresen a la tierra que les pertenece.

Por eso el denominado pomposamente por los medios como el  “acuerdo del siglo” de Trump para Israel y Palestina nace muerto. La solución del conflicto no puede dejarse en manos de las dos partes implicadas, puesto que Israel ha demostrado que su único interés consiste en expandir su presencia en los territorios ocupados.

Así aprovecha cualquier demora en llegar a un acuerdo para intensificar las confiscaciones de tierras, tanto en el conjunto de Cisjordania como en Jerusalén este, especialmente. Mientras, la administración Trump guarda silencio y la Unión Europea, simplemente, no existe.

En el entorno de Benjamín Netanyahu se recalca la seguridad que tiene el primer ministro israelí en el sentido de que Trump no va a oponerse en ningún momento a su política expansionista en los territorios ocupados, lo que le da una libertad de acción que no ha tenido con ninguno de los presidentes anteriores.

Por eso, prosigue bombardeando, destruyendo y asesinando en Gaza. Bloqueada, la todavía nutrida población que reside en el pequeño enclave, sufre una terrible situación que, no obstante, no hace disminuir su resistencia al agresor.

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