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Regreso a la mala semilla

11 de agosto de 2018

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A dos años de haber asumido la presidencia de Filipinas, con el 39% del apoyo del 39% de los votantes, Rodrigo Duterte goza de la simpatía de más de la mitad de la población, que ve con buenos ojos su política de combatir el narcotráfico y la corrupción.
Empero, Duterte ha sido muy combatido tanto por la mayoritaria prensa derechista como por los órganos de información de izquierda, debido a la muerte violenta miles de drogadictos, cuando en realidad el golpe mayor, que también lo reciben, debía ser contra susprincipales auspiciadores, como la de los barones de la droga.
En este contexto se lleva a cabo la puesta en prisión de centenares de políticos comprobadamente corruptos, pese a la campaña de entes seudohumanitarios como Amnistía Internacional, que clama por la libertad de varios de esos personajes acusados de recibir sobornos durante años de los jefes del narcotráfico.
La economía del país ha mejorado algo, pero no lo suficiente, lo cual lleva a depender de las remesas de filipinos en el exterior, que son millones, y no es extraño que casi el 90% de los trabajares de cualquier lujoso aeropuerto árabe, como observé en Dubai, sea de esa nacionalidad.
Ello hace endeble a un país donde no se han erradicado todavía aquellas ciudades-basura, tristemente famosas por sus accidentes y deslaves en las que han perecido triunfalmente niños y mujeres.
Asimismo, a veces hablamos de poblaciones netamente antiimperialistas, pero en Filipinas no es así, porque durante muchos años, con gobiernos venales, las entradas millonarias por las bases de Estados Unidos –que llegó a tener allí las mayores del mundo- bañaban con dólares a presidentes y sus séquitos y “salpicaba” a decenas de miles de ciudadanos comunes, que llegaron a acostumbrase con ese estilo único de vida que conocían.

 

HE AHÍ EL DETALLE

 

Hace dos años Duterte desbarró contra la presencia militar de Estados Unidos, se acercó a China y Rusia y hasta envió funcionarios a Cuba para estudiar nuestro sistema de salud
Pero la propia endeblez del ejército y policía locales para combatir el terrorismo en algunas islas del archipiélago, la falta de armamento adecuado, etcétera, hacían imposibles los planes de federalización, y sólo logró la autonomía de regiones con mayoría musulmana, lo que es realmente loable en ese país de inmensa mayoría católica.
Pero para lo que considero una ideóloga cambiante como la de él con claroscuros en su actuación política, lo más fácil fue aceptar los elogios del presidente norteamericano, Donald Trump, sobre su política doméstica, decir que es un modesto servidor de Estados Unidos y aceptar el incremento de la presencia militar estadounidense en Filipinas, aunque no acogió la política de Washington de amenaza a China y se negó a que cualquier militar de su país estuviera implicado en las aventuras bélicas del Pentágono.
Pero, subrayo, la presencia militar yanqui se fortaleció en todos los sentidos, principalmente con bases e instalaciones militares que se sumaron a las que ha estado utilizando desde el 2003 en el suroeste de Mindanao.
Es decir, se regresa a la mala semilla de depender de la presencia militar imperialista como algo fundamental para Filipinas, y confieso que fue toda una sorpresa porque, independientemente del estilo de gobernar de Duterte,parecía sincerocuando expresó en numerosas ocasiones ysin medias tintas su malestar con EE.UU., sin que se pudiese pensar que sólo buscaba con ello el granjearse el apoyo del electorado.
Y es que su antiamericanismo tiene raíces profundas y variadas.
Rodrigo Duterte es el primer presidente filipino procedente de la parte del país de mayoría musulmana, cuya experiencia histórica difiere mucho del resto de la nación, mayoritariamente cristiana, El político heredó de su abuela la noción de la culpabilidad de EE.UU. en los crímenes durante la invasión y colonización de Filipinas en la primera mitad del siglo pasado.
Además, sus mentores son de izquierda, ya que en los años 60 fue alumno del fundador del Partido Comunista de Filipinas, José María Sisón, quien en el 2002 fue declarado patrocinador del terrorismo por EE.UU.
Aunque el mandatario quiere conversar con grupos musulmanes y las añejas guerrillas comunistas para combatir juntos a los mercenarios del terrorista Estado Islámico, estas últimas se han negado a tratar con él, calificándolo de traidor.

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