ribbon

Lo criminal, normal en lo cotidiano

18 de julio de 2018

|

 

Cualquiera que haga algo contra un pueblo como lo hace el gobierno sionista de Israel contra el palestino llevaría la más contundente repulsa, así como la condena universal y un plan para evitar que siguiera sucediendo.

Pero esto no es así en este caso, porque la denominada punta de lanza del imperialismo norteamericano en el Medio Oriente cuenta con la aquiescencia y protección en todas las esferas de los círculos reaccionarios gobernantes en Washington.

O sea, la política sionista en su diaria y crónica conducta criminal contra los palestinos, persigue que sea vista como parte de un proceso de ocupación, que no es más que la segregación que ha llevado a cabo desde el mismo momento de la creación artificial de Israel en 1948, con la complicidad de algunas potencias y el dejar hacer de otras –algo inexplicable e imperdonable–, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Tel Aviv siempre confió, y casi estuvo en lo cierto, que el paso de los años, unido al silencio, la ceguera y la mudez de gobiernos, organismos internacionales y la alianza entre el imperialismo y el sionismo invisibilizaran cualquier intento de oponerse al colonialismo, racismo y crímenes que ha llevado a cabo contra el pueblo palestino.

La expresión máxima del objetivo de tal exterminio se vive con los habitantes de la Franja de Gaza, una tierra sometida a un brutal y perverso programa de aniquilación, al estilo de los más sanguinarios regímenes totalitarios que ha tenido la humanidad.

En este contexto, el especialista chileno Pablo Joffre afirma que todo es parte de un plan al que califica acertadamente de miserable, “denominado mediáticamente como el ‘Acuerdo del Siglo’, formulado en las oficinas de Washington y Tel Aviv y que pretende, bajo mandato del lobby sionista y los sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense, dotar a Israel de un programa destinado a obstaculizar el objetivo de concretar un Estado Palestino, con plena autodeterminación”.

Ello ha convertido a la Franja de Gaza en el campo de concentración más grande del mundo, sometido a un bloqueo desde el 2006 hasta la fecha. Un enclave que sufre periódicas operaciones militares y una permanente política de exterminio, discriminatoria y perversa.

A ello se le puede agregar que el régimen israelí no sólo ocupa la Palestina histórica desde hace 70 años, sino que pretende usurpar todo el territorio palestino de la Ribera occidental y, al mismo tiempo, estrangular a esa Franja de Gaza, que con sus dos millones de habitantes en 360 kilómetros cuadrados, vive en condiciones definidas, por la propia Organización de las Naciones Unidas como una tierra que está al “borde de un hundimiento total”.

Los daños causados por la guerra de agresión israelí del año 2014 aún no han sido superados, en un lugar donde la gente que vive allí se niega a abandonarla, porque es su tierra y considera que ya no tiene nada que perder.

De ahí que sigan las protestas contra un ejército bien armado, que al solo lanzamiento de un cohete artesanal o de un simple globo de propaganda antisionista, responde con la inusual fuerza de las armas, y que por estos días está siendo preparado para una nueva invasión en gran escala, como parte de la política de un gobierno que trata de hacer ver lo criminal como algo normal en lo cotidiano.

Comentarios