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Respiro en la península

30 de abril de 2018

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Cuando hace apenas dos meses el presidente norteamericano Donald Trump amenazó con “barrer a Corea del Norte”, las tensiones mostraban la posibilidad real de una guerra y más aún la negativa a que se revirtieran las amenazas.

Entonces el gobierno de Corea del Norte mostró firmeza y resistencia que contribuyó, sin dudas, a que el tema coreano volviera a la mesa de diálogo.

De esta forma, un respiro alentador ha alegrado a la comunidad internacional, cuando los líderes de Corea del Norte, Kim Jong-un y de Corea del Sur, Moon Jae-in, se abrazaron tras el compromiso de trabajar por una completa desnuclearización en la península y con ello llegar a lo que llamaron “un fin permanente a la Guerra de las Coreas que terminó en 1953”.

La reunión entre ambos mandatarios ha sido la noticia de mayor repercusión en la presente semana y las reacciones en todo el planeta han sido favorables.

No obstante, algunos sectores ultraderechistas dentro del gobierno estadounidense se han mostrado opuestos al acuerdo y más bien han incentivado a Trump a no ceder en sus empeños contrarios a una solución que beneficie ambos territorios de la península coreana.

El histórico acuerdo rubricado por los mandatarios Kim y Moon, y que aparecen en forma de “Declaración Conjunta”, recoge entre otros puntos, “un fin a las actividades hostiles entre las dos naciones”.

De igual forma, convertir la zona desmilitarizada que divide a la península en una “zona de paz”, en la cual cesarán las transmisiones de propaganda.

La reducción de armas en la región, que dependerá de la atenuación de la tensión militar, aparece de igual forma recogida en el documento. También, lograr que se realicen conversaciones en las que participen Estados Unidos y China, y organizar un encuentro de las familias que quedaron divididas por la guerra.

Un tema de mucha importancia para ambas naciones es conectar y modernizar las vías de ferrocarril y carreteras a través de la frontera; así como continuar la participación conjunta en eventos deportivos, incluidos los Juegos Olímpicos de Asia de este año.

No hay duda alguna de que se trata, sin mucha estridencia, de una Cumbre histórica, que puede servir de ejemplo a otros conflictos incentivados desde la matriz guerrerista de Estados Unidos, para que sea el diálogo y la búsqueda de soluciones, la forma ideal para hablar de paz en el mundo.

Ahora vendrán días y meses de muchas coordinaciones e, incluso, de consultas entre ambas partes para limar la más mínima aspereza que pudiera dar al traste con lo logrado esta semana.

El propio líder norcoreano, Kim Jong-un ha dicho que “quizás habrá adversidades, dificultades y frustraciones en nuestro camino, pero la victoria no puede lograrse sin dolor”.

Otra Cumbre de especial importancia para hacer irreversible lo logrado entre los gobernantes de ambas coreas, será la programada entre el presidente norcoreano Kim Jong-un y el mandatario estadounidense Donald Trump, que debe ocurrir el próximo mes.

Ojalá y en este tiempo y para el futuro, no sean los tambores de la guerra estimulados desde Washington, quienes marquen la conducta a seguir y se imponga la retórica de la beligerancia en vez de cimentar cada vez más el ambiente de paz que hoy se observa en la península coreana.

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