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Los tres villalobos en el cine

12 de marzo de 2018

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La retransmisión de la adaptación televisiva producida hace varios años a partir de la famosa serie radial “Los tres Villalobos” ha coincidido con la conmemoración este 13 de marzo del centenario del natalicio de su autor, Armando Couto. Esta es una incitación a abordar cómo el cine se aproximó a ese éxito radial en una tentativa por repetirlo en las pantallas.

Las fincas ganaderas de Galbis y Palo Quemado, así como zonas aledañas a Guáimaro como La Loma, en la provincia de Camagüey, donde estuvieran concentrados no pocos latifundios, fueron escogidas a principios de 1959 para las filmaciones de Producciones Mexicano-Cubanas de Oscar García Dulzaides y Jorge García Besné. El guion técnico escrito por Ramón Peón sobre el argumento adaptado por el propio autor, Armando Couto, se basaba en la popularísima serie radial cubana que inspirara en 1954 la película Los tres Villalobos y una secuela, realizadas en México por Fernando Méndez en torno a las aventuras de tres hermanos que debían enfrentar y vencer todo tipo de injusticias.

Para el historiador del cine mexicano Emilio García Riera, la trama es inimaginable tanto en Cuba como en Estados Unidos. «Poco se ganó con ubicar la acción de la serie en su país de origen, pues el paisaje y la gente tropicales nada congenian con el ambiente de un western con vestuario típico, carromatos, etcétera». Esta segunda consideración es errada por cuanto este díptico, aunque filmado en las llanuras y vaquerías camagüeyanas con profusión de palmas reales para donde quiera que encuadrara la cámara de Carlos Nájera, está claramente situado en territorio mexicano, no solo por los corridos que se escuchan desde las primeras imágenes, sino porque en Aquí están Villalobos, el malhechor Ernesto le dice a María, la hija del dueño de la paupérrima cantina, «que la llevará a la frontera».

Si en la primera de las dos películas La justicia de los Villalobos, los tres hermanos «veloces como el rayo», acuden a la llamada de su tío, el cura Ricardo, para luchar contra Emilio, un falsario que se apropió de las tierras dejadas por su tío a los campesinos del pueblo de Valle Rojo y los desaloja a la fuerza, en Aquí están… Miguelón, Rodolfo y Machito, convocados por una cooperativa de ganaderos, deben desenmascarar al terrible forajido «El terror blanco», azote de la región.

Ambas películas repiten varias secuencias: la reyerta en la cantina, el asalto, incendio y secuestro de ganado por la banda de malhechores, el disparo de un campesino y el tiroteo posterior, como también insertan planos rodados en un pueblo mexicano con gran cantidad de extras ¡y hasta diligencias! De todos modos, los dos títulos pueden verse en cualquier orden.

El equipo de realización lo integraron el auxiliar de producción Nelson Roque, el operador de cámara Antonio Ruiz, sus asistentes Gustavo Maynulet y Manuel Oropesa, el iluminador Manuel Bruguet, Alfonso Rey en la foto-fija, el grabador de diálogos Modesto Corvisón y su ayudante Gustavo Corvisón, la maquillista Francisca Sing, la anotadora Evelia Joffre y el utilero Guillermo García. La regrabación sonora fue realizada en México por Mario Jáuregui, como también la composición de la excelente música de fondo por Raúl Lavista. La efectiva edición fue de Carlos Savage (hijo), asistido por Sigfrido García.

Los intérpretes no variaron demasiado: en la primera cinta actuaron Ramón Gay como Rodolfo Villalobos, Rosa de Castilla en el papel de Isabel del Valle, Raúl Martínez en el de Miguelón Villalobos y Nobel Vega en el de Machito Villalobos. En la segunda, José Eduardo Pérez caracterizó a Ernesto Fernández (El Terror Blanco), Rosa de Castilla a María, Carmen Guasch a Teresa, Luciano de Pazos a don Antonio y Fernando Osés al compinche de Ernesto con una estrella tatuada en la mano. Jesús Alvariño, que personificó al Padre Alberto (y sufrió un accidente al caer de un caballo) figura en algunas fichas técnicas del filme, pero no aparece acreditado en pantalla.

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En cuanto a las canciones insertadas, fuera en boca de Miguelón a caballo con sus hermanos por los potreros guaimarenses, de alguno de los personajes femeninos o simplemente en off, alcanzan para todo un disco de larga duración. Aquí están los Villalobos reunió siete números. La justicia de los Villalobos, para no quedar atrás, presentó otros siete.

Ramón Peón no pudo cumplir con el contrato como colaborador en la producción porque una luxación en el pie izquierdo poco antes de la partida del equipo hacia Camagüey en el vagón especial de los Ferrocarriles Consolidados de Cuba, el martes 21 de abril, lo obligó a permanecer en la capital. Esto invalida el criterio de que varias escenas épicas de la primera película fueran dirigidas por él y el resto por Enrique Zambrano. Después de los nada estimables resultados obtenidos al situarse tras las cámaras, Enrique Zambrano no volvería a dirigir ninguna otra película.

La justicia de los Villalobos y Aquí están los Villalobos o El regreso de los Villalobos, cintas de aventuras –estrenadas en Ciudad México el 22 de diciembre de 1961 y el 7 de septiembre de 1962 nunca fueron exhibidas comercialmente en Cuba hasta su estreno en la versión televisiva del espacio, De cierta manera. Esos dos títulos junto al largometraje Cuba baila, de Julio García Espinosa, producido en 1960 por Manuel Barbachano Ponce, marcarían el fin de las coproducciones mexicano-cubanas que tanto proliferaron en años anteriores.

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