ribbon

¿Cómo anda el Estado de la Unión?

5 de febrero de 2018

|

 

Deprimente, decepcionante y amenazante: cualquiera de los tres calificativos caben al Estado de la Unión que acaba de informar ante el Congreso el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su primera conferencia de este tipo.

El Estado de la Unión es un viejo ritual estadounidense, donde por mandato constitucional el inquilino de la Casa Blanca debe presentar a los legisladores de manera suscinta y organizada cuál es su apreciación sobre la situación del país imperial en esos momentos, tanto en lo interno como en su política exterior, sus desafíos y perspectivas.

Aún se recuerdan los reportes sobre el Estado de la Unión que hiciera el presidente Franklyn D. Roosevelt durante los dramáticos anos de la Segunda Guerra Mundial y durante los críticos años de la depresión, en la década de los 30.

No menos recordados han sido los que estuvieron a cargo de John F. Kennedy en su período presidencial, trágicamente interrumpido cuando fue asesinado víctima de un complot aún no completamente aclarado, que permanece en penumbras al cabo de más de medio siglo.

El primer informe de Trump bien pudiera también en el futuro ser recordado por estudiosos e historiadores teniendo en cuenta las características y peculiaridades del informante, pintoresco y excéntrico.

El uso de la retórica demagógica, dando por cumplidas promesas electorales y presentándolas como realidades ya alcanzadas, caracterizó sus palabras, dirigidas en buena medida a asegurar su base electoral de apoyo que, según encuestas, desciende vertiginosamente.

Al contar hoy con la aprobación del 38% del electorado, resulta ser el mandatario con más bajo porcentaje de apoyo en la historia del país al cabo del primer año de su ejercicio.

Por mucho que se empeñó, en sus palabras no logró desvirtuar la idea generalizada de que la reforma tributaria que promueve se dirige a hacer a los ricos –incluido el magnate presidente– más ricos y a los pobres, más pobres.

En el caso de estos últimos, ya sufren impactados por los recortes hechos y los que vendrán a los programas sociales que hasta ahora han logrado sobrevivir dentro del sistema imperante en aquella sociedad.

El segmento dedicado a la política exterior fue doblemente lamentable, pletórico de amenazas al resto de los países del mundo, de loas al armamentismo y la militarización del imperio como guardián de los intereses imperiales y fuente de enriquecimiento para el complejo militar-industrial, gran elector de la democracia yanqui.

El espectáculo del Capitolio, mientras algunos legisladores demócratas permanecían sentados y sin aplaudir, reflejó claramente cómo anda en estos días el Estado de la Unión: deprimente, decepcionante y amenazante.

Una peligrosa interrogante sigue abierta: ¿hasta cuándo el país imperial resistirá bajo estas condiciones?

Comentarios