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Recordarle a Donald Trump

26 de enero de 2018

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No quiero imaginarme lo complicado que debe resultar para un ser humano poseer una fortuna de unos 10 000 millones de dólares y, además, dirigir los destinos de un país.

Esto puede suceder con Donald Trump y a la vez “puede explicar” actuaciones calificadas desde irresponsables hasta alocadas, como han caracterizado su primer año en la Casa Blanca.

Con respecto a Cuba, creo que el magnate inmobiliario no se ha tomado siquiera unos pocos minutos para leer la historia de las últimas seis décadas en las relaciones entre su país y el nuestro.

Quizás en la propia biblioteca de la Casa Blanca o en ese medio moderno que es Internet, pueda buscar libros, artículos, testimonios o entrevistas que le den una visión real de cómo ha sido el comportamiento de los gobiernos de su país respecto a Cuba. Y algo muy, pero muy importante, conocer cuál ha sido la postura cubana, la firmeza de su pueblo y su gobierno, la resistencia y el valor a enfrentarlos en cualquier terreno.

Me atrevería entonces, a enumerarle a Trump, aunque someramente, algunos hechos que han identificado la política de los gobiernos estadounidenses respecto al pueblo cubano.

Quizás no lo recuerde Trump, o no quiera recordarlo, pero tenía edad suficiente cuando administraciones de turno en su país brindaron todo apoyo financiero, diplomático y hasta militar a un gobierno criminal como el de Fulgencio Batista, que en Cuba mataba jóvenes, torturaba, y desde el país vecino se apoderaban de grandes extensiones de tierra de esta Isla, así como de las más importantes industrias, como la eléctrica, la telefónica, los centrales azucareros, la producción de níquel, y otras.

No por casualidad desde Washington, en 1958 se facilitó todo tipo de armas a las fuerzas militares de la neo colonizada Cuba para que no se permitiera, por ninguna vía, el acceso al poder de los revolucionarios encabezados por Fidel que bajaban victoriosos de la Sierra.

Nada de casual tuvo que todos los asesinos, terratenientes, latifundistas, dueños de fábricas, y corruptos funcionarios de la Cuba de entonces, huyeran y fueras acogidos –sin visa y solo con la credencial verbal de estar contra Fidel–, en lo que luego se convertiría en una verdadera cloaca contrarrevolucionaria, la ciudad de Miami, allí donde hoy Trump tiene inversiones millonarias y a donde acude cada vez que quiere lanzar al aire improperios contra la nación vecina y hasta firmar alguno que otro documento anunciando “nuevas medidas” para hacer sufrir a los cubanos y con ellos, según Trump, obligarlos a derribar su gobierno.

Pero nada pudo impedir que la Revolución triunfara y que los barbudos arribaran a La Habana aclamados por un pueblo que lo acompañó, vitoreó y que hizo el compromiso de llevar adelante la Revolución y derrotar toda injerencia en sus asuntos internos por parte del imperio foráneo.

No obstante, las administraciones estadounidenses –fueran demócratas o republicanas– y valiéndose de su tenebrosa institución conspirativa, la CIA, preparó e hizo atentados como el del barco La Coubre; el crimen del avión de Cubana en Barbados; atentados a embajadas, quema de cañaverales, lanzamiento de armas a contrarrevolucionarios en el Escambray, y la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos, derrotada en menos de 42 horas por las fuerzas armadas, la milicia y el pueblo uniformado.

¿Qué sabe o qué le han dicho a Trump sobre el criminal bloqueo que Estados Unidos tiene impuesto a Cuba por más de 50 años?

¿Tiene idea el magnate inmobiliario de la capacidad de resistencia y el coraje de pueblo cubano?

También sería bueno que le informaran sobre la capacidad de diálogo de nuestro gobierno. La importancia que damos a la solución de problemas respetando las diferencias.

Igualmente sería bueno repasar al mandatario sobre el apoyo internacional y en la población de su propio país para con el pueblo de Cuba.

La nueva patraña, la anunciada por estos días de crear una llamada Fuerza de Tarea en Internet –al peor estilo de la CIA– para producir una subversión en Cuba, no pasará de ser una más de las tantas inventadas por los gobiernos de Washington y que en todos los casos se han encontrado el muro de contención de un pueblo que no ha permitido ni permitirá jamás la presencia de la bota imperial en nuestros asuntos internos.

Y eso de para “ayudar al periodismo independiente”, es algo ya gastado y derrotado también, porque nuestro periodismo –con virtudes e insuficiencias– es el nuestro, y lo ejercemos en el marco de las más amplias libertades y sabedores de cuánto nos falta aún y cuántos retos tenemos que vencer, pero convencidos de que es más libre e independiente del que pregonan los que utilizan los medios para dar golpes de estado como en Brasil, o los que azuzan problemas y contaminan el éter con falsas noticias, mentiras o verdades a medias, para tratar de crear caos y desestabilizar al país.

Valga el recordatorio para Donald Trump que, de seguro, será uno más entre los que desde Estados Unidos han apostado por echar abajo nuestra Revolución y solo han encontrado el valor, la resistencia y la decisión de mantener y fortalecer nuestra independencia y soberanía.

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