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Salvador Dalí y los artrópodos

19 de enero de 2018

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“Dalí creó un extenso y personal universo simbólico a lo largo de su obra,
en el que los animales tuvieron una especial significación”.

 

Aracné de Dalí

“Aracné” de Dalí

 

Víctor J. Monserrat, del Departamento de Zoología y Antropología Física de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid, señaló que “haciendo la excepción de Pablo Picasso y quizás de Joan Miró, Salvador Dalí es uno de los pintores españoles más excepcionales, y cuya obra y personalidad tanto se ha exaltado y tanto se ha criticado. Activo, provocador e imaginativo como pocos artistas del siglo XX, utilizó su obra y estilo para sobrepasar toda lógica personal y artística. Fue un artista cosmopolita e investigador infatigable, esperpéntico y genial, y ofrece en sus obras, casi de forma obsesiva, representaciones de artrópodos por doquier”.
Muy especialmente los insectos, sobre todo hormigas, moscas, mariposas y saltamontes han sido representados en las obras de Dalí, aunque también han estado presente cangrejos y arañas.
Por ejemplo, En su “Vida Secreta”, publicada en Nueva York en 1942, Dalí anota interesantes datos, decía: La tarde era dedicada casi exclusivamente a mis animales, que guardaba en un gran gallinero, cuya tela metálica era tan fina, que hasta podía encerrar lagartos en él. Mi colección de animales comprendía dos erizos, uno muy grande y uno muy pequeño, diversas variedades de arañas, etc. etc….. Para las arañas había hecho una complicada construcción con una caja de zapatos, de modo que cada clase de araña tuviese un compartimiento separado, lo cual facilitaba el desarrollo de mis largos experimentos meditativos sobre su comportamiento. Logré reunir unas veinte variedades de este insecto, y mis observaciones sobre ellas fueron sensacionales.
Señalan los estudiosos de su obra que “es obvio que en este su zoológico, las arañas eran de lo que más le apasionaban, y que tal recuerdo aparece en más de una ocasión, especialmente en muchas de sus ilustraciones”, como la que aparece en “Aracne”: Aracne pertenece a la mitología griega: era una muchacha que se comparó con los dioses y por su altivez, soberbia y vanidad, fue castigada y convertida en una araña, por lo que pasó el resto se sus días tejiendo. Dalí, en su cuadro “muestra dos personas que miran a la araña hacia tras, nos da a entender que su vanidad aleja a las demás personas que la rodean”.
Sigue diciendo el autor arriba citado que: son frecuentes las referencias a las arañas en otros de sus escritos, y por ejemplo en “Rostros Ocultos” de 1944, cita: “Estos temblores producían la misma impresión que si se viese correr a las arañitas grises del disgusto, en todas direcciones, sobre la cuidada madreperla de su piel” y las utiliza en sus ilustraciones para “Cincuenta secretos mágicos para pintar” de 1948.

 

Obra de Dalí

Obra de Dalí

 

Es muy conocida la asociación de la araña con la imagen de la mujer, y muy habitual en casi todas las culturas, desde Mesopotamia a los Aztecas. En algunas obras de Dalí “parece tener connotaciones ciertamente misóginas, o al menos asociadas a la figura femenina no deseada”.
Los dibujos que hizo para las “Memorias Fantásticas” de Maurice Sandoz (New York, 1944) con una mujer araña cuyas patas son dedos de una terrorífica garra es elocuente, como es la asociación que también utiliza en sus grabados para el purgatorio de “La divina Comedia” de 1952, o en el opilión en su “Araña de la noche” de 1940, pueden servir como ejemplos, y en los que la araña representa sus más oscuros temores respecto al sexo.
Continúa señalando Monserrat, “sus experiencias con otros quelicerados son realmente curiosas. De una convalecencia de anginas pasada en la cama, es conocida su dramática experiencia con una garrapata que quedó adherida a su espalda (según dijo como un embrión de hermano siamés pegado a su cuerpo) y que separó de su cuerpo con una cuchilla provocándole una imaginaria y enorme hemorragia”. El propio Dalí narra el episodio de la manera siguiente: “El día anterior al que había de levantarme por primera vez, descubrí dos o tres insectos en el techo. ¿Eran pequeñas cucarachas o piojos? El techo era elevado, y me puse a lanzar almohadones para hacerlos caer. Pero con mis esfuerzos, a causa de mi extrema debilidad, me dio un vahído y me desplomé pesadamente en la cama, donde me quedé dormido, sin dejar de advertir que aquellos pequeños insectos estaban sobre mí pegados al techo. Cuando desperté, lo primero que
hice fue mirar al techo. Había solo un insecto. El otro, probablemente, había caído sobre mí durante la noche. El pensarlo me produjo una sensación de angustia, y me puse a examinar todo mi cuerpo y a sacudir las sabanas. De pronto hice un descubrimiento que me dejó helado de horror. Al pasar mis manos, en jira de inspección, sobre mi cuerpo desnudo, acababa de sentir algo pegado a mi espalda, precisamente en un sitio al que alcanzaban apenas las puntas de mis dedos. Probé de arrancarlo, pero resistió como si se aferrase con más fuerza a mi cuerpo…. No cabía duda alguna. El insecto, la cucaracha estaba allí, agarrada, asida implacablemente a mi carne, y yo podía ver su dorso redondeado, liso, hinchado con mi propia sangre. Este insecto debía pertenecer a la asquerosa familia de garrapatas que, cuando se pegan a la oreja de un perro, no pueden arrancarse sin sacar sangre. Cerré los ojos, apreté los dientes, dispuesto a soportar cualquier cosa mientras pudiera librarme de aquella menuda pesadilla que me paralizaba. Así la garrapata entre el pulgar y el índice y apreté furiosamente el punto donde se juntaba con mi piel, con las cortantes pinzas de mis uñas. Apreté furiosamente, sin hacer caso del dolor, y tiré del bichito. La garrapata estaba tan sólidamente pegada a mi piel, que no logré siquiera aflojar un poco su agarro. Era como si estuviera formada de mi propia carne, como si constituyera una parte ya inseparable de mi cuerpo; como si, de pronto, dejara de ser insecto para convertirse en el aterrador germen de un diminuto embrión de hermano siamés que se hallase creciendo en mi espalda, como la más apocalíptica e infernal de las enfermedades. Tomé una decisión draconiana y, con una brutalidad proporcionada a mi frenesí y a mi horror, cogí una hoja de afeitar, mantuve la garrapata estrechamente aprisionada entre mis uñas y empecé a cortar en el intersticio entre la garrapata y la piel, que ofrecía una increíble resistencia. Pero, en mi frenesí, corté, corté y corté, cegado por la sangre que empezaba a fluir. La garrapata cedió finalmente y, medio desvanecido, me derrumbé en el suelo en mi propia sangre”. Más adelante, Dalí reconoció que todo fue producto de su imaginación.

 

“Casanova”, ilustración de Dali

“Casanova”, ilustración de Dali

 

Su gusto y pasión por los crustáceos también quedan reflejados en su obra, así en “Autorretrato Anecdótico” anota: “Me gusta sólo comer cosas de forma bien definida… me gusta tanto comer armadura y especialmente las pequeñas variedades, esto es los mariscos, estos son una organización material de la originalísima e inteligente idea
de llevar los propios huesos fuera más bien que dentro. El crustáceo puede con las armas de su anatomía proteger el blando y nutritivo delirio de su interior cobijado contra toda profanación y encerrado como un hermético y virginal vaso que lo deja vulnerable sólo a la más alta forma de conquista imperial en la noble guerra del descortezamiento: la del paladar”.

 

Teléfono de Dalí

Teléfono de Dalí

 

La langosta aparece en varias obras de Dalí, le fascina el contraste entre su caparazón protector duro y su interior blando. El pintor veía una analogía con el hecho de que los humanos transmiten sonidos suaves a través de maquinarias rígidas y duras como los teléfonos. La colocación de los órganos sexuales de la langosta sobre el auricular del teléfono, en su “teléfono-langosta”, confiere una connotación erótica a la escultura. En 1967 realiza la ilustración del libro “Casanova” donde aparece su conocido “Desnudo y langosta” donde el tórax y el abdomen de una muchacha desnuda son sustituidos por una enorme langosta que parece desgarrarla, o también como aparece en el último número de la Revista Minotauro de 1939, en donde se incluye un dibujo con un bogavante que sale del vientre de una mujer: otra vez un crustáceo sobre su eterno
ideal femenino. Dalí comentó en cierta ocasión que “el bogavante era uno de sus animales preferidos, porque además de ser inteligente por llevar el esqueleto por fuera y no por dentro como los cretinos”
Sin dudas, los artrópodos han influido y formado parte muy sustancial en la obra de Dalí.

 

Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla.

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