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Instrumentos musicales poco conocidos (II)

26 de diciembre de 2017

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Hoy comenzaré mi comentario, refiriéndome a un instrumento musical perteneciente a las ceremonias de las sociedades abakuá: el ekue.

Es un tambor cuyo impresionante y bronco sonido se produce mediante la fricción de la mano, al frotar una varilla de güín que se apoya sobre el único parche que posee, pues el otro extremo, hueco, tiene tres patas que obedecen a la leyenda que rodea a este instrumento. Se guarda en el cuarto sagrado denominado “fambá” y no puede ser tocado por ninguna mujer debido a la misma leyenda que, a continuación, conocerá.

Según la mencionada leyenda, una joven perteneciente a cierta tribu ancestral, acostumbraba buscar agua del río, diariamente, y llevarla a su casa en un recipiente de barro que, en cierta ocasión cayó al suelo y, al romperse, de él salió un extraño pez de tres colas, que era el espíritu de Tanze, antigua deidad de una tribu ajena a la de ella. Dicen que, asustada, echó a correr, y al ser capturada, la mataron y con su sangre trataron de resucitar al pez inútilmente. Entonces construyeron un tambor de tres patas –como la cola de Tanze–, cuyo parche hicieron con la piel de dicho pez. Es por eso que el ekue se considera un tambor sagrado, y prohibido a las mujeres.

Pero los abakuá emplean dos órdenes de instrumentos: uno lo forman cuatro tambores simbólicos: el empegó, que impone una señal de atención; el ekueñón, que anuncia y preside las funciones de sacrificio; el enkríkamo es el hijo más pequeño del ekue, y llama y domina a los íremes o diablitos, cuando se dan tres golpes en su parche. El cuarto tambor simbólico es el seseribó en forma de copa o cilindro, y es llevado por la jerarquía que preside todas las ceremonias. Según los abakuá, es la representación de la Sikanekua, una mujer que figura en los orígenes míticos de esta cofradía en África la cual, por haber descubierto a Tanze –quien en realidad era un brujo llamado Nasakó– y escuchar su voz fue sacrificada.

El otro orden de instrumentos los constituye el conjunto conocido como biankomeko, integrado por cuatro tambores: bonkó-enchemillá, biankomé, obí-apá y kuchi-yeremá, a los que se une unen dos palos percutientes (itones), un cencerro (ekón) y dos sonajas (erí-kundí). Este conjunto acompaña los cantos y bailes de los iremes.

Todos estos tambores son tensados por medio de cuñas de madera colocadas alrededor de sus cajas de resonancia, que estiran o encogen las sogas que están sujetas a los parches.

En algunas pinturas del siglo XIX que recogen imágenes de la fiesta del Día de Reyes en Guanabacoa, aparecen elementos pertenecientes a los cabildos congos, conocidos como ñáñigos (abakuá)

Sobre otros instrumentos poco conocidos, comentaré próximamente.

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