La alentadora esperanza

1 de diciembre de 2017

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Yolanda Ramiro Sánchez

 

 

Anteriormente escribí sobre el optimismo y hoy me voy a arriesgar y escribiré sobre algo muy similar que es la esperanza, y digo que es un riesgo porque ambos estados emocionales se cruzan e incluso se sobreponen ya que al optimismo lo debe acompañar la esperanza y viceversa. No obstante, creo que hay elementos que los diferencia y amerita que se les separe, y darle un espacio a la esperanza. Zinder la define como creer en que tienes tanto la voluntad como la forma de lograr tus metas. ¿Cómo se puede diseccionar esta frase? Lo más importante a acotar es que las personas con esperanza se niegan a rendirse y se esfuerzan más porque tienen metas claras e importantes, y en este momento recuerdo a Simón Bolívar al que se le llamó “el hombre de las dificultades”, porque pese a los múltiples obstáculos, reveses, traiciones, siempre mantuvo la esperanza de una América libre de España y lo logró, junto con muchos patriotas que también libraron la guerra de liberación.

Quien tiene más esperanza, se esfuerza más, porque la meta que quiere alcanzar es de alto valor para ellos, y si bien es cierto que puse el ejemplo del Libertador y su meta grandiosa de la liberación de un continente, en la vida cotidiana, existen metas personales de gran importancia solo para esa persona, y que tal vez para un observador externo puede que no resulte de envergadura, por lo que la individualidad le da un sentido único.

Recuerdo que en mis ya lejanos años de estudiante universitaria, había una joven que tenía como meta ser la número uno en la graduación, y desarrolló un repertorio de habilidades basadas en la esperanza que se ampliaba constantemente, ya que obtener ese lauro le traería una ubicación laboral de élite, donde podría desarrollar un trabajo de amplios horizontes. En general, este tipo de persona, rehúsa rendirse a la ansiedad, la depresión y busca diferentes formas para automotivarse, son capaces de buscar aliento en diferentes lugares, que puede ser el consejo de otro, pedir ayuda, tener unas vacaciones o simplemente tomarse un respiro para reevaluar la meta, sus recursos y el camino que ha tomado.

Tener esperanza es negarse al estar estancado, por lo que desarrollan nuevas formas para alcanzar su objetivo, lo que precisa de creatividad. Tal vez no hay mejor aliado de la esperanza que la creatividad, porque significa que la persona es flexible y se sabe que no ser rígido permite tener un espectro más amplio, tener más de un horizonte, y así si la evaluación da como fruto que la esperanza está en algo inalcanzable, pues aporta caminos paralelos o modificación de la meta.

Todo lo dicho nos lleva a que los que mantienen la esperanza de alcanzar lo que se proponen, son capaces de afrontar los conflictos con más recursos y superarlos, y son muy resistentes a la frustración. Sin embargo, nada es blanco o negro y no se puede esperar la perfección y que siempre se mantenga altos niveles de esperanza, porque el fracaso, la desesperanza y el rendirse es parte de la vida, y aunque parezca un tanto paradójico, enseñan a valorar mejor los éxitos que se logran y los frutos de la esperanza, por lo que no hay que temerle a períodos o momentos específicos de estas respuestas ajenas a la esperanza.

Lo importante es que en la educación emocional, aprender a tener una esperanza sana, funcional, que propicie desplegar actividades acorde a sus intereses tenga un lugar, porque no solo es beneficiosa en término de conductas proactivas, sino que se acompaña de emociones satisfactorias muy saludables como la alegría, el optimismo, lo cual también propicia nuevas metas y nuevos recursos. Lo que si resulta poco útil es la esperanza basada en aspectos mágicos, que no tienen en soporte en la actuación humana, sino en hechos casuales, y ahí también entra la superstición, porque nada humano es independiente, sino que se concatenan ideas, creencias, criterios, emociones; porque el ser humano es maravillosamente complejo, pero de eso escribiré en otro momento.