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Peor el remedio (I)

14 de noviembre de 2017

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“Me calman los nervios…”, “me ayudan a dormir…”, “me relajan…”, “me hacen olvidar los problemas…”. Todos son argumentos, aparentemente válidos, que esgrimen cada vez más personas, tratando de explicar los motivos que los han llevado al consumo crónico de psicofármacos.

Lo que no muchos dicen es que más alla de los síntomas de insomnio, ansiedad, tristeza, desasosiego, o cualquier otro que haya motivado el consumo de medicamentos tranquilizantes y antidepresivos, en muchos casos el problema se convierte luego en el medicamento en sí, ya que al dejar de tomarlos surgen nuevas dificultades para dormir, comienzan a sentir más ansiedad o irritabilidad y esto hace que las personas deban someterse a un proceso de deshabituación o desintoxicación.

Ciertamente el consumo de estos medicamentos se ha disparado a nivel global, volviendo la situación preocupante. Si bien en la mayoría de casos la administración de los medicamentos se realiza bajo prescripción médica, muchas veces son los propios pacientes los que insisten en que se les receten fármacos para solucionar problemas de la vida cotidiana que deberían enfrentar de otra manera. Todo esto ha llevado a que con frecuencia los profesionales de la salud opten por “recetar” psicofármacos, en lugar de ofrecer un tratamiento psicológico adecuado.

Sin embargo, los antidepresivos, ansiolíticos e hipnóticos, no solucionan el problema de raíz que sufre el paciente y si bien eliminan síntomas como la ansiedad, el insomnio, el nerviosismo, o el malestar, el problema sigue estando presente. Es por esta razón que los psicólogos recomiendan evitar en la medida de lo posible solucionar los problemas a través de los fármacos y en su lugar, instan a que las personas incorporen herramientas que les ayuden a hacer frente a las situaciones de la vida cotidiana que les provocan la ansiedad, la tristeza o el estrés.

Las secuelas de los tranquilizantes no son solo psicológicas, también son físicas. Tanto cuando se consumen por prescripción médica, como cuando se hace por automedicación, la mayoría de las personas que usan estos medicamentos no están debidamente informados de los efectos secundarios que pueden producir, además de la dependencia y tolerancia que generan si su ingesta se prolonga más de ocho meses.

La somnolencia diurna y la pérdida de memoria son algunos de los efectos que más se repiten al tomar estos fármacos. Además, existen actividades y prácticas no recomendadas durante el tratamiento con tranquilizantes como son el consumo de café y bebidas alcohólicas, o realizar actividades que requieran de concentración como conducir u operar maquinarias.

Tanto el tratamiento como la retirada de los tranquilizantes se debe realizar bajo supervisión médica, pues además de tener efectos secundarios como cierta confusión mental o mayor riesgo de caídas en personas mayores, si se interrumpe el tratamiento de forma brusca hay un efecto rebote que produce insomnio y ansiedad, reacciones de agresividad y algunos problemas de memoria.

Ansiolíticos como las benzodiacepinas crean una adicción muy importante. Cuando se toman por más de tres meses, cada vez es más difícil dejar de tomarlos. Además producen tolerancia, necesitándose dosis cada vez mayores para hacer efecto. Con el paso de los años, dificultan la capacidad de memoria y de concentración. Su uso se desaconseja en estados de nerviosismo o ansiedad relacionados con una situación que requiera coordinación mental o corporal, ya que no permiten pensar con claridad.

Por otra parte, si se combinan con bebidas alcohólicas, se potencia su efecto depresor y llevan a la persona a mostrarse desinhibida y torpe como si estuviera en estado de embriaguez, con dificultades de coordinación muscular que pueden acabar en tropiezos y caídas.

Los antidepresivos no tienen el problema de tolerancia de los ansiolíticos, pero sí otras complicaciones. Pueden provocar estados de euforia excesiva, aumento de peso con los consiguientes problemas de salud asociados a la obesidad como la diabetes y tampoco es fácil suspender el tratamiento.

Los inhibidores selectivos de captación de serotonina son los antidepresivos más prescritos actualmente. Estos fármacos requieren dosis de mantenimiento por un mínimo de tres meses para resultar efectivos. Por ello no se pueden tomar de forma desorganizada, ya que administrados de manera aislada no tienen efecto antidepresivo y sí pueden tener otros efectos indeseados como sensación de náusea o dolor de cabeza.

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