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Violencia cotidiana

25 de septiembre de 2017

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Aunque América Latina y el Caribe solo representa el 8 por ciento de la población mundial, muestra el triste récord anual de constituir el 34 por ciento de los homicidios en todo el planeta según organismos internacionales, la mayoría provocada por el crimen organizado que controlan el mercado negro, las drogas y otros males que constituyen verdaderas epidemias en la región.

El crimen organizado y el accionar de pandillas alteran la tranquilidad ciudadana y convierten en zona muy peligrosa a la región. El 20 de febrero, el gobierno de México publicó sus datos más recientes sobre los delitos registrados en 2016 y enero de 2017. La compilación de las cifras de homicidios muestra que el país tuvo 20.792 en 2016, el mayor número desde 2012.

Adicionalmente, las autoridades registraron 1.938 durante enero de 2017, lo que lo convierte en el primer mes de enero más violento desde 1997, el primer año del que se dispone de datos del gobierno. Además, enero de 2017 marca el séptimo mes consecutivo con más de 1.800 homicidios.

En reciente investigación, expertos de varias disciplinas concluyeron que “más de 1.560.000 personas en América Latina y el Caribe fueron asesinadas en la primera década del 2000, aunque probablemente sea una subestimación dado que no existen estadísticas oficiales para todos los países y todos los años.

Para poner esta cifra en perspectiva, es 2,5 veces la población de Washington, DC, y casi la mitad de la población de Panamá”. En dicha década, las víctimas de homicidio en la región superaron por mucho a las bajas durante la guerra de Irak –tanto civiles como militares– que se estiman entre 400.000 y 750.000.

Dada la evidencia recurrente de una responsabilidad importante del crimen organizado en la inseguridad de áreas violentas, así como los recientes informes que afirman que las estructuras criminales son responsables de más de la mitad de los homicidios en México, las tendencias representadas en los números oficiales bien pueden ser el resultado de los movimientos en desarrollo en el hampa.

El enfrentamiento por las fuerzas armadas y la policía de estas naciones provocan un daño adicional a la población y es que miles de ciudadanos se ven forzados a abandonar sus hogares. Más de 300 mil personas tuvieron que abandonar sus lugares de origen ante la violencia en México, en los últimos dos años. Este enfrentamiento al crimen hace proliferar, paradójicamente, nuevos grupos de delincuentes, que se enfrentan entre ellos por controlar la distribución de la droga, gozando de impunidad ante la corrupción de las autoridades locales.

Los desplazados forzados son la cara invisible de un éxodo que se produce y que de manera compleja recogen las estadísticas y los medios de comunicación. En ocasiones la movilización se produce en masa, con el desplazamiento de familias enteras que abandonan sus municipios o comunidades, sin embargo, en otros casos, la huida se lleva a cabo de manera individual. Periodistas, activistas, estudiantes, médicos, profesionistas y empresarios medios son los más amenazados.

Es más, la política del gobierno de cortar las cabezas de las organizaciones criminales puede estimular las luchas internas dentro de los carteles, lo que a su vez tiene muchas veces impacto directo en la seguridad pública en áreas con problemas. Con el tiempo, el éxito de las acciones del gobierno contra un cartel específico puede tener también un impacto en el equilibrio de poderes entre grupos rivales, que lleve a recrudecer la violencia con el desafío de organizaciones en ascenso a los agentes de poder tradicionales en medio de la disputa por el control de los sucios negocios.

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