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Compay Segundo

5 de septiembre de 2017

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“De Alto Cedro
voy para Marcané,
llego a Cueto,
voy para Mayarí”.

 

Con esta frase musical del antológico “Chan Chan”, universalmente coreada en plazas y teatros, iniciamos esta nueva sección en nuestro sitio web. Y nada mejor que hacerlo a partir de una charla informal que sostuvimos hace algunos años con Francisco Repilado Muñoz, el legendario “Compay Segundo”.

Invariablemente acompañado de su criollo sombrero, su exclusivo “armónico” y de un majestuoso habano, el mítico trovador accedió a conversar “de lo humano y lo divino”. Ya nonagenario, me aseguraba entonces que había solicitado una prórroga para extender unos años más su presencia en el reino de este mundo.

“Yo nací en la playa de Siboney, frente a las costas de esos hermosos parajes de Santiago de Cuba, en 1907. Estuve allí casi hasta los 15 años de edad. Después nos fuimos a vivir a Santiago, donde aún adolescente comencé a tocar el tres y, poco después, la guitarra. Posteriormente inventé el instrumento que siempre me ha acompañado, al cual bauticé como Armónico. Quisiera que fuera estudiado por los jóvenes en las escuelas de música para poder ver, antes de morir, a instrumentistas noveles ejecutando este instrumento de sonoridad tan especial.”

 

Dúo Los Compadres. Foto: Archivo La Jiribilla

Dúo Los Compadres. Foto: Archivo La Jiribilla

 

Desde muy joven, Compay Segundo estuvo involucrado en variadas aventuras musicales.

“Fui clarinetista de la Banda Municipal de Santiago de Cuba; permanecí en el conjunto Matamoros durante 12 años; fui fundador del dúo Los Compadres; trabajé en dos películas filmadas en México; y aquí en Cuba participé en el rodaje del filme “Cuba canta y baila”.

Acerca de la tremenda aceptación alcanzada por la música tradicional cubana como resultado del  fenómeno cultural que significó el “Buena Vista Social Club – y particularmente el éxito obtenido por su agrupación  en los más importantes escenarios del mundo– Compay Segundo me aseguró literalmente:

 

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Buena Vista Social Club

 

“Probablemente sea el estilo que tiene mi grupo, el respeto conque interpretamos nuestra música tradicional. Y te comento que allá en Europa me sorprendió comprobar que, cuando hacíamos la introducción de mi pieza “Macusa”, la mayoría de las personas la conocían y la cantaban.

“Tu me quisiste, Macusa,
Y yo también te adoré…”

“Hay algo que quiero resaltar; y es que mis interpretaciones son muy claras en cuanto a la utilización del lenguaje. Siempre digo a los jóvenes que tienen que cuidar mucho la dicción; y que cuando el cantante esté expresando su mensaje no le “caigan arriba” las trompetas, trombones, tumbadoras y otros instrumentos, porque el público no puede entender lo que se canta. Pienso que el éxito mío se debe, en gran parte, a que cuando canto se entiende perfectamente lo que estoy diciendo, y eso hay que cuidarlo”.

En otro momento de la charla informal que tuve el privilegio de sostener con el prestigioso músico cubano, me confesó su extraordinario cariño hacia el pueblo español.

 

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“Tenemos mucha afinidad. Nuestros pueblos son hermanos por muchísimas razones históricas y culturales. Aquí en Cuba, como tú sabes, muchos tienen ascendencia española. Estamos muy ligados a España y su gente, somos hermanos”.

Jamás olvidaré aquella tarde en que Compay me habló de sus sueños y realizaciones. Con su proverbial jovialidad, y dotado de una irrepetible voz –profunda y grave– me mostró los secretos de su “armónico”; cantó algunas piezas acompañado de este adorado instrumento; contó innumerables anécdotas de sus presentaciones en los principales escenarios europeos, y comentó con orgullo la invitación que le hiciera una reconocida radioemisora londinense para que interviniera “en vivo” ante sus micrófonos.

 

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Recuerdo que, casi al final de nuestro diálogo, evocó la longevidad de sus antepasados y me aseguró que ya había solicitado prórroga para seguir creando e interpretando canciones durante algunos años más. Quizás aún no tuviera total conciencia de que él ya era inmortal; que su imagen y sus canciones habían rebasado los límites de una época y una región geográfica, para devenir eternas y universales.

¿Quién no ha cantado alguna vez su antológica Chan Chan? Si aún no lo ha hecho, amigo internauta, lo invito a sumarse al coro…

“De Alto Cedro
voy para Marcané,
llego a Cueto,
voy para Mayarí”.

Y ya me despido hasta un próximo recorrido virtual…“del éter a la web”.

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