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Regalo de los dioses yorubás llegó a Cuba

18 de febrero de 2013

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La ambición del colonialismo europeo parió la esclavitud, vieja institución nacida en el mundo antiguo. Pero en sus albores el resultado del triunfo de unos pueblos sobre otros que se presentó en formas del trabajo agrícola, dónde compartían como hermanos vencedores y vencidos alrededor de un arado primitivo o en la recogida de la cosecha. Ambos sentían admiración por el otro por la lealtad ante el combate donde uno fue vencedor y otro vencido.
Enrique, rey de Portugal, más conocido como El Navegante, colocó una primera piedra en la extracción de africanos a fin de aprovechar su fuerza de trabajo de forma brutal. Las principales experiencias del soberano para ampliaron sus riquezas fue el soborno a jefes de tribus en conflictos con otros. La esclavitud estuvo presente como elemento de la acumulación originaria del capitalismo en América Latina con el dolor sobre las espaldas de quienes fueron trasladados hacia otras tierras americanas para multiplicar las riquezas.
Uno de los crímenes más grandes de la historia se multiplicó con la cacería humana en África. La herida dejada en aquel continente fue muy alta. Pero los sufrimientos de ellos no podían ser explicados. Los cazadores entonces conocidos como razzias los apresaron como bestias que pulularan por aquellos bosques que eran parte de su vida cotidiana. Sin espacio alguno fueron llevados a la fuerza y encadenados en un viaje como animales en las sentinas de los barcos negreros
¿Dónde estaban los dioses africanos que no los protegieron? Ellos no los escucharon bajo el grito que fue eco en las tribus que recibieron la agresión inesperada de hombres blancos. Las  preguntas no tuvieron respuestas Los dioses no estaban con ellos y todos lloraron, con un sufrimiento muy profundo, porque aquellas deidades que tanto adoraban los habían abandonado bajo el chasquido de los latigazos y no los protegieron.
Las nuevas tierras a donde llegaron competían con el verdor de las que conocieron desde su nacimiento. Pero, ¿dónde estaban realmente? Algunos ruidos le parecieron extraños porque sobresalían los trinos de las aves, en lugar de las fieras y serpientes a que estaban acostumbrados a ver su maleza autóctona. Pero a pesar de la diferencia les faltaban los dioses que misteriosamente habían desparecido de su habitad.
El chekeré, aquel objeto sagrado, más que una leyenda constituyó la presencia de los dioses en El Caribe como lágrimas que los africanos consideraron sagradas y se validó al contener en su presencia los símbolos del valor al haber estado presente en la coronación de Igún, (el buitre) como rey de Efon Alaaye. Ya contenía en sí mismo el prestigio de haber sido tomado como  instrumento ceremonial al ser consagrado en importante momento por los orishas africanos. Pero ellos también decidieron tomar la misma ruta de sus hijos secuestrados al otro lado del mar. Y fueron en su búsqueda a protegerles.

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