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Una mirada al cine medio siglo atrás: 1967

22 de julio de 2017

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“Hanoi, martes 13”, Santiago Álvarez

 

Hace cincuenta años, mientras el actor polaco Zbigniew Cybulski trascendía al morir a la condición de mito, nuestro Santiago Álvarez estrenaba Hanoi, martes 13, uno de sus clásicos, Glauber Rocha sacudía el Festival de Cannes con Tierra en trance, en una edición en la cual Michelangelo Antonioni recibió la Palma de Oro por Blow Up, su versión personalísima de un relato del argentino Julio Cortázar. El certamen había rechazado para su sección en concurso Bella de día, realizada por Luis Buñuel, que tras su aceptación por el Festival de Venecia –a donde acudió Godard con La chinoise–, se alzó con el León de Oro. El hombre de dos reinos (A Man For All Seasons), del veterano Fred Zinnemann recibió el 10 de abril el espaldarazo del Oscar al mejor filme y una impresionante Elizabeth Taylor en su mejor momento como actriz lo ganó por ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, de Mike Nichols.

El año que se marchó Vivien Leigh, eterna Scarlett O’Hara, Jayne Mansfield pereció decapitada en un accidente, en tanto otro truncaba la promisoria carrera de Françoise Dorléac, una de las señoritas de Rochefort, Totò dejó de hacernos reír… y Chaplin al menos hizo lo posible por lograrlo con La condesa de Hong Kong, cierre de su obra. Milos Forman exponía toda la carga irreverente de la nueva ola checa en ¡Fuego, mi muñeca! y Jancsó no detenía su cámara alrededor de Los rojos y los blancos; Melville legaba al cine noir uno de sus títulos mayores, El samurái y a Alain Delon uno de sus memorables personajes. Lelouch, entusiasmado por el éxito de Un hombre y una mujer, estructuraba en Vivir por vivir un triángulo propicio para los temas compuestos por Francis Lai que contrapunteaban el horror de Vietnam. Otros cineastas prefirieron transmitir sus impresiones en un filme-manifiesto: Lejos de Vietnam.

Stanley Donen, maestro del musical, triunfó con una comedia romántica en el Festival de San Sebastián, Two for the Road, y en Camelot, Joshua Logan exploraba el musical. Visconti intentó aproximarse el mundo de Camus con su versión de El extranjero, Pasolini a una tragedia de Sófocles con su Edipo Rey, Huston tradujo al cine Reflejos en un ojo dorado, de Carson McCullers, John Schlesinger a Thomas Hardy en Lejos del mundanal ruido, Richard Brooks A sangre fría, de Truman Capote y Losey mantenía reclutado como guionista al dramaturgo Harold Pinter por medio de Accidente. Sergio Leone brindaba uno de sus platos fuertes al western spaghetti: El bueno, el sucio y el malo para que Ennio Morricone condimentara la banda sonora. El sueco Bo Widerberg optó por una partitura de Mozart para su bellísima Elvira Madigan.

 

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“Andréi Rublio” de Andrei Tarkovski

 

Fue también el año que Arthur Penn estremeció con Bonnie and Clyde, John Boorman con la solidez de A quemarropa y Roger Corman con una modestísima revisión de La masacre de Chicago. Si Tarkovski se remontó a través del magistral Andréi Rubliov a una página del pasado para buscar resonancias en aquel presente, su coterráneo Askoldov no quedó a la zaga con La comisaria, que tardó varias décadas en ser exhibida. El ciclo que la Cinemateca de Cuba ha programado del jueves 17 al jueves 24 de agosto en la sala Charlot del cine Charles Chaplin reúne un puñado de filmes, algunos en calidad de estreno en Cuba, que ocuparon las carteleras de todo el mundo medio siglo atrás.

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