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Asunción de versos

12 de julio de 2017

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Vista exterior que ocupaba el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa

 

Evocar la historia en sus contornos poéticos, es como delinear, cual pespunte añejo, el tapiz de Bayeux, mas, el tiempo, no permite encuadres perpetuos y entonces, corregimos la postura para desandarlo, esperar sus giros, resonar parajes y aludir a sus figuraciones y símbolos, como fieles consagrados a su impetuoso discurrir, y cumpliendo el ciclo, para no recalar en el desorden, retomaremos compromisos con nuestros estimados lectores, desandemos Guanabacoa en su caleidoscopio cultural, la bien amada de los nacidos y de los allegados, de los que la hacen despertar en su mestizo acontecer, de los que la enamoran con imágenes locuaces que no atardecen, de los que en insurrecta prédica, la han hecho rehilar con maternales designios, como lo hizo el Apóstol, nuestro José Martí, cuando lo acogió esta tierra de humedades y de palmas altas. Precisamente, a este segmento de historia local, le dedicaremos una sensible ojeada.

Martí se inserta al panorama guanabacoense a partir de 1865, al ingresar en la Escuela de Instrucción Superior Municipal de Varones, calle Prado número 88, tutelada por Rafael María de Mendive y Daumy, un lazo imperecedero se entablaría entre estas dos figuras, maestro y pupilo, entretejidos a la Patria, en una desazón de versos y pensamientos que enrumbaron el apostolado independentista del joven Martí. Ferviente colaborador de su maestro, en los quehaceres del colegio, realizó visitas a la casa de los suegros de Mendive, en las afueras de Guanabacoa. Mendive –casado con doña Micaela Nin, cuya familia se entronca con los orígenes del ferrocarril “La Prueba” y el circo del mismo nombre, ubicados en esta Villa, en las inmediaciones de las actuales calles Crespo y Soledad, donde las ruinas de la oquedad conservan sus distantes encuentros–, recibe, en hogareño acomodo, al joven Martí que descubre por entonces, su inefable transitar por estas calles –de relieve fracturado en eminencias y depresiones– y que ante el mordaz acometimiento de la muerte –al arrancar de maternales insomnios, a Miguel Ángel, primigenio de los esposos Mendive Nim–, hizo al pupilo intimar con el dolor y la desesperación. Amor y sepelio, en el tierno delirar de su edad, conminan al imberbe Martí, a doblegar su verbo ante el cortejo pesaroso, concibiendo una de sus primeras composiciones poéticas titulada: “A Micaela”, tras la muerte de Miguel Ángel. Estos versos encontraron tipografía certera en el periódico ¨El Álbum de Guanabacoa¨, el 26 de abril de 1868. Esta publicación destinada a las ciencias, literatura y anuncios de notabilidad, se editaba en la imprenta, sita en la calle Nazareno, fundada por Manuel Nápoles Fajardo, hermano de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo “El Cucalambé”.

Para enero de 1869, Don Mariano, padre del joven Martí, es nombrado celador del barrio de la Cruz Verde en Guanabacoa, por lo que la sentida relación con su maestro Mendive, se consolida en esta etapa, propiciada por la cercanía geográfica. Pero el destino del apóstol en sus frugales disonancias encontraría, el 21 de enero de 1869, cordaje de hierro en el implacable presidio de la desmemoria, aquel que selló en su dedo, como recuerdo ominoso de las canteras de San Lázaro, donde inculpado, por el delito de infidencia, rubricaría escenas deplorables, de una humanidad segregada y marchita. Ante la súplica materna, en familiares desasosiegos, la pena de seis años en el presidio de las emociones, es conmutada por el destierro, peregrino bajo el ala del arcángel Rafael, remontó, el apóstol, las tierras sublimes y se despidió desde el silencio y la devoción, de esta Guanabacoa que se le tornaría, alquería fecunda. El 31 de agosto de 1878, José Martí regresa a La Habana luego de un breve transitar como incógnito por su ciudad, durante 1877. Retornó a la Patria y a este terruño de ensoñaciones que lo esperaba para aliviar las desgarraduras del alma y mitigarle el cuerpo con la dulzura y beatitud de sus aguas. El Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa –moldura donde el pensamiento y la anhelada soberanía, se enramaban luego, con el destino de la isla–, columpió magistralmente: artes, letras y filosofía, comprometidas ante el púlpito fiel de sus oradores y destinó al apóstol, espacio certero: la tribuna liceísta, desde la cual, este hombre inmenso, desgarraría el hueso desmañado del absolutismo.

La tribuna preside la primera sala del museo, la cual está dedicada a Martí y su presencia en Guanabacoa. Museo Casa de los Mártires de Guanabacoa. Foto actual.

La tribuna preside la primera sala del museo, la cual está dedicada a Martí y su presencia en Guanabacoa. Museo Casa de los Mártires de Guanabacoa. Foto actual.

El 7 de noviembre de 1878, en reunión ordinaria de la directiva del Liceo, el señor Presidente de la Sección de Literatura de dicha institución, Don Fernando de Urzaiz, comunicó a los presentes, diferentes propuestas para socios facultativos de dicha Sección, entre las cuales se hallaban Rafael María de Mendive y José Martí. “.. ¿Coincidencia o eventualidad de la historia, mis queridos lectores? Imposible, la historia se mostraba desde sus cornisas, en románicos detalles, el maestro del maestro, ambos nuevamente acogidos al tiempo compartido de la Patria.

Durante esta etapa, Martí visita con frecuencia la casa enclavada en la calle San José No. 5810, en ella, se replegaba en agonizantes espiraciones, su amigo, el poeta Alfredo Torroella. En epístola destinada a Manuel Mercado, con fecha 17 de enero de 1879, le comenta: “Alfredo Torroella se me ha estado muriendo en los brazos en estos tres últimos días (…). Es designado posteriormente, como integrante de la Junta Directiva de la Sección de Literatura, con el cargo de Secretario, en reunión efectuada el 15 de diciembre de 1878, cuya referencia se encuentra asentada en la primera hoja del Libro correspondiente al año 1879, aunque con su fecha original. Pero la muerte no traiciona sus designios más profundos y Alfredo Torroella, joven poeta, falleció el 21 de enero de 1879. Al día siguiente, sus restos, honrados ante la luz emancipadora del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, desbordaron al hombre en su altura celestial y el apóstol, en su discurso primero, contrastó a la muerte: “¿Cómo hablar de su muerte si cerré sus ojos? Calle yo, ahora: ¡también tienen pudor las lágrimas! ¡Muerte!, iMuerte generosa!, iMuerte amiga! ¡Seno colosal donde todos los sublimes misterios se elaboran; miedo de los débiles; placer de los valerosos; satisfacción de mis deseos (…). ¡Pero si tanto has de arrancarnos para Ilevarlo a tu hondo seno, ¡ay! nunca vengas, que las vírgenes y los honrados nos hacen mucha falta!”

Como ya hemos esbozado en el artículo anterior, la voz del Maestro, hizo retumbar nuevamente, los pilares del Liceo, el 28 de febrero de 1879, en homenaje póstumo al poeta y amigo, Alfredo Torroella, con su prédica: “Rasgos Biográficos de Alfredo Torroella, publicada por la Imprenta “El Progreso” de Guanabacoa, en el propio año. Hilvanando su transitar por el Liceo, no podemos dejar de mencionar, los encuentros literarios realizados en marzo del propio 1879, cuyo tema se enmarcaba hacia el “Idealismo y Realismo en el Arte”. José Martí apuntaló su discurso monumental, reseñando, de igual manera, sus impresiones a favor del idealismo, en un artículo advertido igualmente, en el periódico El Progreso, el 30 de marzo de 1879. La colaboración de Martí con este órgano de divulgación local, era estimada por sus artífices y editores. Otros temas se colocarían en el cabestro de cada encuentro, en la amplia casona de Guanabacoa, tópicos relacionados con “el origen del hombre”, contaron con dos intervenciones del apóstol, no obstante, el más importante de todos los discursos del Maestro en el Liceo, fue el pronunciado el 27 de mayo de 1879, con motivo del homenaje al violinista Rafael Díaz Albertini, en presencia del Capitán General de la Isla, Don Ramón Blanco. En esta alocución, Martí, define como Patria, a una Cuba colmada e indivisa, desligada de esa España, por entonces, sedienta de esta isla, dulcemente albergada en el mar Caribe, y allí, donde la dignidad tomó el vuelo del poeta y la altivez del insurrecto, se ganó la sentencia de loco, turbado, el General Blanco, comentó: “Quiero no recordar lo que yo he oído y no concebí nunca se dijera delante de mí, representante del gobierno español; voy a pensar que Martí es un loco… pero un loco peligroso”. Para el 21 de junio de 1879, el apóstol ofrece una brillante intervención, acerca de las obras del dramaturgo español Don José Echegaray. El 17 de septiembre de 1879, Martí es detenido por conspirar a favor de la independencia de Cuba, nunca más volvería, físicamente, a Guanabacoa, la muerte contrastada, cual madre paciente, esperaba por su hijo de arrabio y candor, hasta verlo acunar, al temple, cual “Piedad” de Botticelli, con el sueño esbelto de la libertad entre sus manos. Retorna el tiempo, queridos lectores y es el apóstol, el que nos habita –espacio augusto y perpetuo–, desde la Asunción de sus versos, hasta la inmortalidad.

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