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El Califato: orígenes y sostenes

30 de junio de 2017

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El más visceral terrorismo ha surgido como yerba mala en una región donde predominan, los recursos energéticos por un lado y los conflictos étnicos-religiosos por otro. Con el añadido de intereses foráneos con pretensiones monopólicas.

Primero fue Al Qaeda. Quién no recuerda en este mundo al personaje de Osama bin Laden, aquel saudí convertido por la CIA en su exponente más sólido en la lucha contra las tropas de la antigua Unión Soviética que estuvieron en Afganistán.

Bin Laden fue el “hombre” de los gobiernos de Estados Unidos hasta que el Pentágono, decidió extinguirlo en un enrarecido ajusticiamiento en tierra paquistaní, sin que nunca nadie hubiese visto el cuerpo del occiso ni comprobado la tesis del lanzamiento de su cadáver al mar.

De aquella red terrorista dirigida por Bin Laden, surgió una facción, también desde sus inicios financiada por Estados Unidos, en la que se agrupó el ala más extrema que dio el nombre inicial de Estado Islámico de Iraq –por haber nacido en ese país– y que con posterioridad ha quedado con el patronímico de Estado Islámico, lo que es hoy.

Fue en la mezquita Al Nuri, en la ciudad iraquí de Mosul, cuando el 29 de junio de 2014, el llamado “califato” fue proclamado, como expresión de desafío a la comunidad internacional.

Tres años después, el currículo de esta organización terrorista exhibe, entre otras acciones, la reducción a escombros de la propia mezquita de Al Nuri, un patrimonio de valor extraordinario que, como otros en la vecina Siria y en el propio Irak, han sido pasto de la más bárbara acción humana.

Cuentan por decenas de miles los muertos civiles sirios e iraquíes a manos de los terroristas que pensaron que recibirían el apoyo del mundo musulmán al querer crear un “Califato” como Estado dentro de otros estados.

Pero ha sido el rechazo más generalizado la respuesta de musulmanes y demás componentes de la comunidad internacional, que ven en estas acciones terroristas la anti religión y la burla a cualquier confesión o arraigo de esa índole.

En el transcurso de estos tres años, el añadido más visible ha sido el financiamiento externo y uso de esos terroristas para tratar de derrocar al gobierno sirio de Bashar al Assad.

En esa triste misión de apoyo logístico han participado, con armas y recursos financieros, tanto el Pentágono como algunos gobiernos del Golfo.

Mucho dinero ha sido manejado por esta organización terrorista, que además ha encontrado en el petróleo de las zonas que ocupa en Irak y Siria, fuentes de sustento para pagar a mercenarios europeos y de otras regiones y comprar armas a suministradores foráneos.

A tres años de su nacimiento hay medios de prensa que, basados en informes de Inteligencia, señalan que las actuales fuerzas del Estado Islámico son de entre 15 000 y 20 000 hombres, de ellos unos 3 000 bien pagados terroristas europeos.

En el combate a este grupo se han producido desencuentros políticos entre potencias. Por ejemplo, mientras Rusia participa activamente con sus aviones de combate en la lucha por abolir esos grupos de territorio sirio, una llamada coalición encabezada por Estados Unidos, bombardea indiscriminadamente lugares donde hay civiles y combatientes del Ejército Nacional de ese país.

Hoy, el Estado Islámico sufre una verdadera extinción y en Mosul, donde proclamó su “Califato”, solo ocupa el 1% de la ciudad.

Mientras, en Siria, donde habían convertido la ciudad de  Al Raqqa en su capital, se libra hoy la batalla final contra esos grupos.

No obstante, el Estado Islámico ha movido hombres y medios militares hacia otras naciones como Libia, Afganistán y Yemen y se ha proclamado autor de actos criminales que hoy por hoy tienen en jaque a muchos países europeos.

Eso quiere decir que aún tienen mercenarios que, con dinero y armas, son capaces de llevar el terror y la muerte a otros sitios del mundo.

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