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Evo en la mira imperial

28 de junio de 2017

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Tal como ha estado haciendo con los mineros en Bolivia, el imperialismo norteamericano intenta soliviantar a la masa campesina, pero con métodos más sofisticados que los utilizados por la posteriormente expulsada USAID, al emplear uno de sus principales instrumentos de penetración: las organizaciones no gubernamentales (ONGs).

El objetivo es el mismo de hace once años: el derrocamiento por cualquier vía del primer presidente indígena, Evo Morales, quien ha intensificado sus contactos con los campesinos, uno de los principales puntos de apoyo del proceso revolucionario que tiene lugar en el Estado Plurinacional de Bolivia. El mandatario ha llamado a la unidad, como vía principal para terminar con la pobreza.

La cuestión no es simple, porque se ha intensificado la campaña de difamación contra el mandatario, a pesar de haber sido desmentidas comprobadamente, falsedades que influyeron para que no se aprobara el referendo en el que se avalaba la permanente reelección presidencial.

Con Evo se cumplen aquellas palabras enunciadas por el padre de la independencia de la India, Mahatma Gandhi: “Primero te ignoran. Luego se ríen de ti. Después te atacan. Entonces ganas”.

Cuando tenía diez años seguí con atención por la radio internacional el proceso revolucionario que había comenzado en el país andino el 10 de marzo de 1952, fecha coincidente del cuartelazo militar encabezado por Fulgencio Batista en Cuba, un hecho completamente diferente, que contó con el apoyo de Estados Unidos.

Pero en Bolivia el Imperio trocó los ideales revolucionarios en una política de entrega de la soberanía y riquezas nacionales a la oligarquía local y las transnacionales, la cual recibió un fuerte mazazo hace once años con la llegada al poder, mediante el masivo apoyo popular, del indígena Evo Morales.

Conducida por Evo mediante un profundo proceso democrático constituyente, Bolivia pasó de ser un Estado oligárquico al servicio de Estados Unidos, racista, excluyente de su mayoritaria población y cultura indígenas, con una pobreza solo comparable a la de Haití, a convertirse en un pujante Estado plurinacional soberano e independiente.

La nueva Constitución, redactada por representantes de todos los pueblos originarios e interculturales que la componen y aprobada en referendo nacional tuvo un carácter acentuadamente antineoliberal al proclamar el papel rector del Estado en un modelo de economía social comunitario que controlara los recursos naturales en beneficio colectivo de los bolivianos.

La nacionalización de los hidrocarburos y la redistribución de su renta ha hecho posible que, para citar unos pocos de los muchos logros, Bolivia redujera la pobreza en 25% y la pobreza extrema en 50%; el salario mínimo subiera 87,7%, el analfabetismo despareciera con el apoyo de Cuba, que también ha contribuido a la asistencia médica en los lugares más intrincados.

El país marcha hacia la industrialización de los hidrocarburos, en la que una inversión pública que es la más alta de América del sur ha sido muy importante. La economía crece a un promedio anual de 5.1 por ciento, a la vanguardia de la zona. La demanda interna casi se ha duplicado y es, por encima de las exportaciones, el principal motor de crecimiento de la economía.

En estos once años han surgido cerca de 200 000 empresa nuevas y la inflación es la segunda más baja de América austral. La recaudación tributaria se ha cuadruplicado y rinde mucho más que antes, porque la malversación y la corrupción se combaten sin tregua. De ocupar el penúltimo puesto en materia de desigualdad en la región, el país ha pasado al cuarto.

Por sus avances y el peligro que representan para sus intereses, el Imperio ha intensificado la penetración de sus ONGs, que han tenido un papel activo en los paros por demandas regionales en cuatro departamentos donde están ubicados los principales yacimientos de gas y petróleo; y el levantamiento de grupos indígenas manejados por ignorantes o malintencionados líderes que quierenimpedir el proceso de integración del país.

O sea, antes no se culpaba a otros gobiernos de los reales males que embargaban a la población, y ahora se acusa a Evo de violación de los derechos humanos, injusticia social, racismo y destrucciónde la ecología.

De ahí la importancia de unir a todos las fuerzas progresistas para contener y eliminar a esos hijos de un Imperio que tiene a Evo en la mira.

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