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China no quiere quebrarse

7 de junio de 2017

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Las autoridades chinas han comparado a la contaminación del medioambiente con la corrupción, y subrayaron que ambos males deben ser extirpados para evitar el quiebre de la República Popular, y proseguir la construcción del socialismo con características propias.

Beijing ha hecho caso omiso de la decisión del presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos –el segundo contaminante mundial– del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, y aseguró que el problema que debe enfrentar es que China abandone el triste liderazgo al efecto, porque es una necesidad vital no solo para la nación, sino para el planeta.

En este contexto, la Asamblea Nacional del Pueblo prometió que será implacable en la lucha contra la corrupción y la contaminación medioambiental, y en ambos problemas no habrá tolerancia alguna.

En este polémico aspecto, ya la nación ha ido legislando duras medidas y regulaciones para combatirla, y subrayado que los

órganos de control que den la espalda a actividades contaminantes y fallen en el desarrollo de sus funciones tendrán que rendir cuentas por ello.

Así, China ha declarado oficialmente la guerra contra el smog y no contra la Naturaleza, aclarando sus dirigentes que es “declarar la guerra a un modelo de crecimiento y un modelo de vida ineficaces e insostenibles”.

El Consejo de Estado emitió un plan de diez puntos para prevenir el control de la contaminación del aire, por el que ahora China revisa el nivel de las partículas contaminantes PM 2,5 –las más pequeñas y perjudiciales para la salud, ya que pueden penetrar directamente en los pulmones–, en 161 ciudades, lo cual se trata de la escala más extensa entre todos los países en vías de desarrollo.

No obstante, algunas críticas frecuentes apuntan a que las mediciones oficiales chinas no son muy realistas y que suelen dar cifras por debajo, lo cual ha llevado a tomar medidas contra funcionarios que dañan el prestigio internacional de la nación.

La potencia asiática también se ha impuesto el objetivo de reducir el consumo de energía, lo que equivale a someter a combustión millones de toneladas menos de carbón, la principal fuente energética, por lo que se ve las causas de la contaminación son complejas y gestionar el problema lleva tiempo.

Ahora se está poniendo en práctica un plan mediante el cual se invertirán cerca del equivalente a 300 000 millones de dólares, una gran parte del cual en las llamadas energías limpias, en lo que podría ocupar el primer lugar en la fotovoltaica y dar un fuerte impulso a la eólica.

Pero todo esto es una gota de agua en el desierto, que debe expandirse como manantial dentro y fuera de China, pese a Trump y similares.

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