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Eusebio Delfín

23 de junio de 2017

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Una vez que terminamos de publicar en esta sección la gran mayoría de las epístolas que figuran en nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, que se vende en varias de las librerías del país, procedemos a incluir en De Ayer y de Siempre muchas de las notas biográficas publicadas al final de la obra.

Ellas tienen como objetivo informar a los lectores quiénes son las personalidades citadas en las cartas.

 

Delfín Figueroa, Eusebio (Palmira, Las Villas, 1893-La Habana, 1965). Compositor, cantante y guitarrista. Estudió violín y flauta, que luego dejó a un lado, para estudiar canto con Vicente Sánchez Torralba y guitarra con Fernando Barrios. Su primera presentación ante el público la hizo en 1916 en el teatro Terry, de Cienfuegos, donde cautivó al público con su buena voz de barítono, su excelente dicción y su ruptura con el tradicional método de tocar la guitarra empleado por los otros trovadores nacionales.

Dos años después se reveló como inspirado compositor al estrenar El ciprés. Desde entonces hizo notables aportes a la cancionística criolla con algunas piezas de su autoría total y otras, la mayoría, a partir de textos de diferentes bardos, pues estimaba que las letras de las canciones debían escribirlas los poetas. En este sentido musicalizó obras de autores cubanos y extranjeros: La guinda (Pedro Mata), Amar… eso es todo (Amado Nervo), ¿Dónde hallarte? (ibídem), Cabecita rubia (Rafael Arévalo Martínez), Y tú, ¿qué has hecho?, Aquella boca y Ansias locas (Rogelio Sopo Barreto), Las novias pasadas (Manuel Gutiérrez Nájera), Migajas de amor y Toca, campanero (Gustavo Sánchez Galarraga), Con el alma (Ángel Lázaro), Sinceridad (Jiménez Saladrigas), Por siempre unidos (Gaspar Núñez de Arce), El día de la caña (Sergio Acebal)…

Su holgada posición económica –fruto de altos cargos desempeñados en distintas firmas bancarias– le permitió dedicar bastante tiempo a la música. No tuvo necesidad de vender a precios irrisorios sus composiciones, y cobró satisfactoriamente sus derechos de autor. Unido a Eduardo Sánchez de Fuentes, en el decenio de los años veinte procedió a la organización de festivales y conciertos de música cubana en La Habana y Cienfuegos, destinados a resaltar la trayectoria de la mejor canción criolla. En ellos –y en sus presentaciones en general– alternaba la difusión de sus piezas con títulos del cancionero nacional.

En esa etapa hizo grabaciones discográficas para la Victor, entre otras, dúos con Rita Montaner y Luisa María Morales. Con la guitarra acompañó sus canciones La guinda y Cabecita rubia a Tito Schipa durante las actuaciones de este tenor italiano en La Habana, en 1924, para los socios de Pro-Arte Musical. Poco antes, en un almuerzo ofrecido en la capital cubana por el Club de Rotarios, Hubert de Blanck expresó, luego de escuchar a Eusebio Delfín: “Es lo mejo que he oído en mi larga vida de profesor de música, en la escuela del canto cubano”. Al siguiente día lo llevó a su conservatorio Nacional para que un selecto grupo de sus educandos apreciara las composiciones del artista cienfueguero. A su vez, en un artículo publicado en el semanario Carteles en junio de 1923, se afirmó: “En un ambiente como este, donde apenas importa todavía lo espiritual, donde un cargamento de mercancía se impone aún a todo y donde si la belleza sirve para algo, es para utilizarla en incitación de livianos apetitos, tener alma de artista es cosa que nos condena a un estado de perenne irritación y de constante pugna. Pero hay casos como el de Eusebio Delfín, que escapan a los tristes destinos de la época en el ambiente […]”.

Delfín estableció su residencia en La Habana en 1925. Cuatro años después sería premiado como autor musical en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla. En 1942 viajó a México y triunfó con la interpretación de sus canciones y boleros. Su última actuación tuvo lugar el 29 de enero de 1965 en un homenaje que se le tributó en el Centro de Arte, de la habanera calle Galiano.

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