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Sin novedad, ganó el candidato neoliberal

8 de mayo de 2017

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Tal como se esperaba, el candidato de la derecha neoliberal, Emmanuel Macron, ganó ampliamente la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, para convertirse en el mandatario más joven de Francia, a los 39 años de edad.

Su contrincante, Marine Le Pen, sin embargo, ratificó al ultraderechista Frente Nacional como la agrupación en solitario más votada del país, con casi once millones de votos, que no pudo contra una campaña externa e interna para evitar su elección, por el peligro que representaba por su programa de abandonar la zona euro, acercarse a Rusia para combatir al Estado Islámico y tomar medidas represivas contra la emigración.

Centristas y derechistas fueron el apoyo de Macron, porque la cuarta parte de los votantes  prefirió abstenerse. El excandidato presidencial de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, se había negado  a llamar a sus seguidores a votar por Macron, Se trata, por lo general, de ciudadanos cansados de tener que votar sin convicción.

O sea, fue una abstención políticamente motivada, de un mensaje casi ético, porque los electores no querían asociar su nombre a ninguno de los dos candidatos, al estimar que no hay una inmensa diferencia entre ambos, explicó AFP.

La tarea del próximo presidente de Francia consistirá en renovar la política y reconciliar al país, con un programa que se antoja de continuidad, porque debe entronizar el neoliberalismo vigente en la última etapa del gobierno de Francois Hollande.

Mientras Le Pen se afanaba en explicar su amplio proyecto programático, Macron solo señaló algunos puntos al efecto, afirmando que quería proteger la semana laboral de 35 horas y la edad de jubilación, pero, al igual que Hollande, dará a las compañías la libertad de negociar acuerdos; fue el único candidato que apoyó abiertamente los tratados de libre comercio.

Prometió dar prioridad a las solicitudes de asilo. Francia tiene que acoger a los refugiados que necesitan “protección”, pero “otros” solicitantes que ingresen de forma irregular deben regresar a sus países, asegura.

Se presentó como el más europeísta de los candidatos y propone una mayor integración entre los miembros de la UE como contrapeso a Rusia; el aumento en el gasto militar, incorporar a 10 000 policías y colaborar con EE.UU. en su presunta intención de “combatir al Estado Islámico”.

Macron deberá inyectar un neoliberalismo que no ha podido evitar un crecimiento casi nulo en los últimos años, convirtiendo a Francia en uno de los eslabones más débiles de la zona euro.

Lo cierto es que la prolongada crisis económica que afecta a Europa continúa propagando sus efectos devastadores en ese país, mientras el aumento de la desigualdad forma parte del paisaje urbano en las principales ciudades francesas.

“Cada vez más jóvenes y niños sólo conocen la pobreza como condición de futuro”, había reconocido Hollande. Esta, cifrada ahora en un todavía alto 12%, llegó a alcanzar el 14,3% de la población.

 

 

Sonado ejemplo

Pero basta un ejemplo de la crisis que el neoliberalismo ayudó a crear, que ahora tendrá que enfrentar también uno de sus gestores, Emmanuel Macron:

Las sucesivas reformas y recortes presupuestarios exigidos por la Comisión Europea, realizados por el conservador Nicolás Sarkozy (2007-2012) y el “socialista” Hollande (2012-2017), no lograron atenuar las consecuencias de la crisis y llevaron el desempleo a su nivel más alto en dos décadas (10,6%).

Pero mientras la crisis golpea principalmente a las capas populares y a las clases medias, los más ricos nunca vieron crecer sus fortunas tan rápidamente.

El semanario de negocios Challenges informó que las 500 mayores fortunas francesas incrementaron su patrimonio un 50% en los últimos dos años, para totalizar un crecimiento de 300% en una década.

En París, una de las ciudades más visitadas del mundo, los turistas se sorprenden al descubrir entre el lujo y la señorial arquitectura a decenas de personas revolviendo los cestos de basura a los pies de la torre Eiffel, en la avenida Champs-Elysées o viviendo en las orillas del Sena.

En los populares barrios del noroeste de la capital, como Barbes, Chateau d’eau, Belleville o Clignancourt, cada mediodía al terminar los mercados, decenas de personas se amontonan para recuperan los desechos.

Penada con multa por ley (38 euros), pero tolerada en los hechos, la recuperación de comida ya no sólo incluye a inmigrantes, sino también a muchos ancianos franceses, quienes con sus jolongos a cuestas viven entre los bancos de las plazas y las entradas de los edificios.

El fenómeno de los “sin techo” no es nuevo en Francia, pero se agravó en la última década, porque el desempleo prolongado llevó a numerosas familias a perder sus hogares o no poder alquilar.

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