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Los receptores, dianas o blancos de la acción de los medicamentos

20 de abril de 2017

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Desde niña siempre me sentí intrigada por conocer la forma en que el medicamento que me daba mi madre a tomar cuando estaba enferma, una vez dentro de mi cuerpo era capaz de llegar hasta el lugar en que se suponía debía curar la enfermedad que estaba padeciendo.

La idea de un comprimido viajando por mi interior, intentando llegar a un sitio que ni yo misma sabía en aquel entonces cuál era, me parecía algo más que extraño, absolutamente mágico.

Sin embargo, no fue hasta varios años después, estudiando Ciencias Farmacéuticas en la Universidad de La Habana, que pude develar el secreto. La epifanía sucedió mientras cursaba Farmacología, una de las materias que más disfruté de toda la carrera. En ella encontré la explicación científica de lo que hasta ese entonces me había parecido pura magia.

Precisamente, una parte de esta disciplina llamada farmacodinamia es la que se encarga de estudiar el mecanismo de acción de los fármacos una vez administrados al organismo. Mecanismo que puede ser entendido como el conjunto de acciones y efectos que generan una modificación molecular al unirse un fármaco, tóxico o medicamento con su blanco o diana, en lo que se conoce como sitio de acción.

El efecto que se obtiene es la consecuencia final de esa unión, que de forma general es clínicamente apreciable y algunas veces cuantificable.

De este modo, sin temor a una equivocación puede decirse que todos los efectos terapéuticos, e incluso tóxicos, de los fármacos, se dan por sus interacciones con moléculas orgánicas. La mayoría de ellos actúa mediante la asociación con moléculas específicas denominadas receptores, iniciando una cadena de eventos bioquímicos que generan como respuesta cambios en la actividad celular.

Los receptores farmacológicos, también llamados blancos o dianas farmacológicas, son en su mayoría polipéptidos con diferentes formas y cargas eléctricas. Estas moléculas son capaces de interactuar selectivamente con los fármacos y como consecuencia generan una modificación en la función celular pre-existente, ya sea estimulándola o inhibiéndola.

La interacción con los receptores es la base del mecanismo de acción de los fármacos, ya que son estos los que determinan las relaciones cuantitativas entre la dosis o la concentración de un medicamento y sus efectos farmacológicos y los responsables de la selectividad del propio efecto.

Fue por tanto, que conocer la teoría de los receptores hizo desaparecer la quimera protagonizada por una pastilla “viajera” cada vez que me tomaba un medicamento. Pero también me ayudó a entender la gran responsabilidad que asumimos todos al utilizar estos productos cuando no lo hacemos bajo la indicación de un facultativo. Y es que diferencia de lo que pensaba de niña, usar medicamentos de forma irracional e inadecuada, lejos de ser un asunto mágico puede tornarse una actitud en extremo riesgosa.

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