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Romances a distancia

20 de abril de 2017

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Amor a distancia2

 

Entre las múltiples oportunidades que propicia Internet, el “chat” deviene excelente medio de relaciones para los internautas del mundo. Incluso, con las ventajas de la imagen que acompaña el “messenger”.

Aceptado el éxito de esta comunicación, analicemos si siempre puede considerarse beneficioso el resultado, cuando del contacto se deriva un romance virtual.

Sócrates dijo: “Voy a hablar con la cabeza tapada, para que, galopando por las palabras, llegue rápidamente hasta el final, y no me frene, de vergüenza, al mirarte”.

Como “anillo al dedo” llega esta máxima del filósofo de la Antigua Grecia, porque la red ha sido providencial para la persona tímida que se encierra en la cárcel de sus inhibiciones hasta dificultarle una relación amorosa.

Recordemos que durante milenios la correspondencia sirvió para igual vínculo entre enamorados que alentaron y mantuvieron “vivos” sus sentimientos con encendidas cartas de amor. Por tanto, la tendencia al intercambio sin contactos físicos, no es algo nuevo. Pero, aclaro, no estoy en contra del “chateo”, ni de los mensajes escritos, foros, etc., que obvian las distancias geográficas. Solo analizo el peligro implícito cuando genera una relación amorosa.

Y no quedan dudas de lo fácil que resulta engañar a la “otra parte” sobre cualquier detalle físico y hasta psicológico que se quiera esconder a la hora de detallar sexo, apariencia, edad o… estado civil.

Ambos sexos buscan en Internet negociar, ampliar el círculo de relaciones, intercambiar conocimientos y preferencias culturales; cosecha positiva, en una amistad a distancia. Pero, ¡cuidado!, porque algunos convierten la práctica en adicción, y priorizan esa forma de compartir, aislándose en un mundo ajeno a su entorno.

Otro riesgo del chateo: no existe la escritura real, que descubre el nivel cultural y abre resquicios a la proyección inconsciente de la personalidad. Aunque también se corre el peligro de quedar a merced de la simulación, de la actuación teatral de alguien que nada tiene que ver con el personaje inventado. Tampoco falta quien huye de su realidad y teje fantasías que rompen las inhibiciones de carácter real, aquellas que frenan sus más elementales normas de convivencia social: relacionarse y compartir sentimientos. Internet no puede convertirse en un refugio para la irrealidad, sustituyendo la comunicación natural. Quién así se entrega, es víctima de una modernísima esclavitud.

Aceptamos que hay matrimonios surgidos del “chateo” que acaban en un happy end cinematográfico. Pero, libros pudieran escribirse sobre “noviazgos” virtuales que tras largas permanencias de conexión, terminan bruscamente cuando una de las partes escribe: “Viajo a tu encuentro”.

Casos hay que sufren las fantasías de quien simula un sexo que no tiene. El drama del homosexualismo sin la valentía de enfrentarse a la sociedad. Y no olvidemos los romances virtuales que acabaron en investigaciones policíacas sobre estafas, violaciones y hasta asesinatos.

Pobres “esclavos” de la computadora, dedican todo su tiempo libre a “navegar”, sin percatarse que cada día se entregan más al monitor. Si una rotura imprevista impide conectarse a la red, se transforman en seres ansiosos e irritables para los que nada importa en derredor.

Por último, alertemos, que un romance a distancia no permite conocer los hábitos higiénicos de una persona comunicativa y con buena apariencia. La halitosis (mal aliento), la fetidez de la sudoración o cualquier mal olor corporal son motivos sobrados para apagar la ilusión mantenida, incluso, al primer encuentro.

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